U NA táctica habitual del equipo de Gobierno de Cádiz es montar polémicas estériles para disimular su inoperancia. Cuestiones en las que piensan que la oposición arremeterá al trapo y quedará revitalizado su izquierdismo ejemplar. Para eso Martín Vila lo tiene fácil, porque con la Memoria Histórica puede hacer algo, mientras que se lo ahorra en Urbanismo. Y, de paso, le aporta un baloncito de oxígeno al alcalde. A veces con apoyo del PSOE. Lo último es el cambio de nombre de la Avenida Ramón de Carranza, a la que quieren denominar del 4 de diciembre. Cuestión intrascendente, porque la gente ni antes le decía Avenida Ramón de Carranza, ni ahora le dirá Avenida del 4 de diciembre. En el habla popular, eso es Canalejas, un político liberal, que murió asesinado en 1912, cuando era presidente del Gobierno. Más discutible sería cambiárselo al Estadio Carranza, cuyo nombre se cita en el himno oficioso de Manolito Santander.

SE sabe, desde tiempo inmemorial, que Cádiz es una ciudad imaginativa y ocurrente. El ingenio, la fantasía, la creatividad están presentes por doquier. Algunos dicen que nos iría mejor, si eso se aplicara con fines útiles. No obstante, en eso consiste el Arte, que no es utilitario. A pesar del Arte, aquí se ha visto algo que no podíamos sospechar. El alcalde González ha invitado a diversos colectivos, autoridades y personas respetables de la ciudad a visitar el futuro Museo del Carnaval, en una antigua casa palacio donde todavía no se ha inaugurado dicho museo. El propio alcalde ejerce como guía, una vocación que se le desconocía. Es admirable que los visitantes le siguen la corriente, y se comportan como si hubiera un museo.

A la calle Ancha, en Cádiz, le están tomando manía. Ya lo he escrito, pero lo desarrollo. Conste que soy un gran partidario de esta calle. Junto a la iglesia de San Pablo vivió mi abuela, y allí tengo algunas fans que toman café en Los Italianos (cuando está abierto). Ahora se han empeñado en que no pasen las cofradías por Ancha, otra ligereza, ya que es la calle más señorial de Cádiz. Quizás ese es el problema básico: que el señorío gaditano también se está perdiendo. Se deshabitan las casas palacios, cierran las tiendas elegantes y los bancos, y le quitan la Semana Santa. Aunque sea por un año, ad experimentum, porque no lo tienen tan claro.

ESTABA cantado. Como si uno de los motivos de la aplicación del artículo 155 fuera para que no hubiera dudas. El Carnaval de Cádiz podrá volver al Liceu de Barcelona, sin necesidad de que sea exigido el catalán como lengua única. Para lengua la que tienen algunos componentes de nuestras agrupaciones, que cantan las verdades del barquero, y que allí tendrán la oportunidad de demostrarlo. No es probable que Carles Puigdemont asista al espectáculo desde el palco presidencial, ni que abra la sesión diciendo “Ja soc aquí”. Ni mucho menos que el Rey lo nombre marqués, como su padre Juan Carlos al honorable Josep Tarradellas.

VUELVE a la actualidad la Plataforma Logística del Sur de Europa, que tanto ha dado que hablar. Por supuesto, para la confrontación y la bronca política, que es lo habitual en Cádiz. En vez de buscar arreglo para los problemas de la provincia, se dedican a echarse las culpas de los fracasos que lamentan, uno tras otro. “La Plataforma Logística del Sur de Europa no figura en los instrumentos de planificación nacional”, afirmaba el secretario de Estado de Infraestructuras, Julio Gómez-Pomar. Por ello, no habrá consignación en los presupuestos de 2018.