LA derrota en la visita al Tenerife ha acentuado el despropósito que sufre el Cádiz. La situación es insostenible. El enfrentamiento entre Manuel Vizcaíno y Quique Pina se refleja en el equipo. La plantilla está mal planificada por Cordero, debido a las circunstancias del traspaso de Alvarito, a que se equivocó, o ambas cosas a la vez. A eso se suma la inutilidad del entrenador, Álvaro Cervera, para enderezar el rumbo. Los técnicos no están para quejarse, ni para decir que hemos cometido fallos, sino para aportar soluciones. En caso contrario, ya se sabe cuál es la ley del banquillo, por muy triste que resulte.

En la isla de Tenerife se vio a un Cádiz con los defectos que lo están llevando abajo. Pasan, como ya se sabe, por una defensa que ha perdido la firmeza de las dos temporadas anteriores. Los laterales que vinieron del Sevilla Atlético, Carmona y Matos, eran dos promesas, pero no son buenos marcadores. Tampoco lo es Rober Correa. Necesitan el apoyo de los extremos. La temporada pasada teníamos a Alvarito, que no sólo era una bala, sino el auxiliar del lateral izquierdo, posición en la que incluso jugó cuando era necesario. Eso no lo puede hacer Manu Vallejo porque físicamente no lo resiste, ni tampoco Salvi porque se descentró y no ha recuperado su mejor forma.

A la defensa del Cádiz ya no hay que crearle mucho peligro para marcar un gol. Se añora más contundencia en los centrales. Marcos Mauro ha cometido errores letales y Kecojevic también ha desafinado, quizá porque se siente solo ante el peligro. Hacía falta desde julio otro central, que ha llegado incomprensiblemente tarde y en baja forma. Servando es un ejemplo de tesón, pero ya no puede ser titular. Si a eso se añaden las lesiones, termina jugando de central Rober Correa: un disparate.

Los refuerzos del centro del campo sirven  para poco, si hay agujeros delante y detrás. Edu y José Mari todavía no han hecho olvidar la labor destructiva de Garrido. Sacan mejor el balón, pero no ponen el muro del frontón como hacía el vasco, que por supuesto no es como Xavi con el balón en los pies, pero entonces jugaría en un grande de España. Y se le nota a Alex que no sabe qué hacer, porque no puede asumir la responsabilidad de tres jugadores en uno. Perea y Aketxe viven en una nube.

El otro disparate técnico fue no fichar a un delantero de garantías. Consecuencia obvia: no hay un ariete que marque goles. Es una inoperancia que sonroja. Solo Dani Romera, al que el entrenador marginaba, tiene nivel para jugar ahí, pero como segundo delantero, que es su sitio natural. Es la delantera que dejó Cordero. Con Lekic como refuerzo de última hora para hacer un favor al Reus.

El futuro del equipo, a día de hoy, pasa por rezar para que haya cuatro más malos, lo que ya no parece tan claro. Por supuesto que se pueden hacer cambios en enero, pero hay que sumar puntos de inmediato. Eso pasa por recuperar las ganas y la intensidad que han perdido. El entrenador tiene mucho que ver (o que no ver) en eso.

También es necesario un divorcio pacífico entre Vizcaíno y Pina que aclare la situación del club y ponga fin a la guerrita. El Cádiz CF vuelve a estar en la cuerda floja, y con riesgo grave de estropicio.

José Joaquín León