LOS jugadores del Cádiz han conseguido que ni Osasuna ni Granada le festejen el ascenso en sus narices. El empate de ayer es más valioso que el del domingo anterior en Carranza. El Cádiz salió con todo en contra. La afición granadina había llenado el estadio para celebrar una fiesta. El árbitro canario Pulido Santana estuvo nefasto en el primer tiempo. Lo peor fue el gol concedido al Granada, tras una clamorosa falta a Lekic. Cuidado, que estamos en los días de gloria de los árbitros de Segunda. Ya se ha visto lo que puede pasar. Menos mal que el zapatazo de Aketxe hizo justicia.

Además del ambiente, resultó que el Cádiz fue víctima de las entradas de los primeros minutos. A los dos minutos tuvo que ser relevado Edu Ramos, después de que Fede Vico lo enganchara, dejando el pie, en un balón dividido. El mismo Fede Vico le hizo una entrada muy fuerte a Rober Correa, antes del minuto 5, sin que viera la tarjeta. La impunidad arbitral, el todo vale de los primeros minutos, ya le ha costado cara al Cádiz otras veces. Después los malos modos se apaciguaron.

 También se encontró con un gol en contra que no debió subir al marcador. El cabezazo de Rodri en el segundo palo, tras un saque de esquina, fue empujado hacia dentro por Lekic, mientras se caía por un clamoroso agarrón. Pulido Santana se sumó a la fiesta y no anuló ese gol, que con VAR no hubiera colado. Pero también se debe añadir que el córner estuvo pésimamente defendido. Rodri cabeceó solo, sin que le estorbaran, mientras el portero Alberto Cifuentes se quedaba de estatua mirando la jugada y reaccionó tarde.

Al Cádiz le cuesta este año más defender. Aunque en Granada hubo dos sorpresas gratas. Fali se está acoplando como central que no se arruga. El uruguayo Espino volvió como lateral zurdo y completó su mejor partido. Seguro atrás y apuntando que podría aportar arriba, si Cervera lo deja subir.

La primera parte quedó condicionada por el gol. El Granada se lo había encontrado, y se limitó a administrar la ventaja. El Cádiz no estaba cómodo y no creó peligro hasta después del descanso. Lekic, aparte la desgracia del gol, hizo un trabajo de desgaste, pero estaba lento. En la segunda parte, con las incorporaciones de Querol y de Aketxe, el Cádiz tuvo más fe.

Machís estaba vigilado siempre por dos o tres rivales, y con abucheos constantes de su antigua afición, pero intentó tirar del carro, con más voluntad que acierto. El Cádiz dominaba, y al menos lo intentaba. Así llegaría el empate en el zambombazo de Aketxe, ya en la recta final. Como otras veces, saliendo desde el banquillo, el vasco aporta lo mejor de sí mismo, que es eso. No aguanta 90 minutos a tope, pero es un lujo tonto tenerlo sentado. Es diferente.

El Granada acusó el empate. El Cádiz controló bien los últimos minutos. Con más intención de ganar, al final, quizá lo hubiera rozado. Pero era primordial no perder. Ahora el Cádiz depende del Cádiz. Para eso debe ganar en Carranza al Extremadura y probablemente al Sporting en Gijón, en un partido donde los asturianos ya no se jugarían entrar en la fase de ascenso. Esperemos que nadie se equivoque con las cuentas.

José Joaquín León