PUEDE ser que al final de la temporada nos acordemos de ese penalti que lanzó Ortuño, en busca de algún helicóptero. Fue una oportunidad clarísima para decidir este partido. Después de más de ocho meses sin que le pitaran un penalti a favor al Cádiz, a pesar de la falta de costumbre, no se pueden buscar excusas. Ortuño lo lanzó muy mal, como si fuera un central desesperado, de los que chutan a matar pájaros en una tanda. La falta de puntería y la falta de ideas condicionaron el resultado. Ante un Nástic necesitado, el Cádiz perdió una gran oportunidad de dar un paso al frente.

En este partido, el Cádiz sólo contaba con uno de sus defensas titulares: Sankaré. Habían entrado Iván Malón, Servando y Luis Ruiz en una zaga de circunstancias. Otra baja fue la del entrenador, Álvaro Cervera, que no se sentó en el banquillo por una tontería cometida en el minuto 94 del partido anterior. Y parecía como si la flor legendaria que se le atribuye estuviera marchita toda la tarde. A excepción de la última jugada del partido, cuando pudo ser peor, porque el Cádiz estuvo a punto de perder.

El Cádiz pudo y debió ganar, porque dispuso de tres oportunidades extraordinarias para marcar y situarse con ventaja. A saber:

1) El primer ataque del partido, en el minuto 1, cuando Alvarito culmina una colada perfecta y le da el pase de la muerte a Salvi, que remata forzado y mal. El primer disgusto, nada más empezar.

2) En el primer remate peligroso del segundo tiempo, con un centro templado de Luis Ruiz, que se la pone en la cabeza a Ortuño, quien remata solo y la coloca junto al poste, pero por fuera.

3) La mejor. En el minuto 73, el árbitro Ais Reig, de tradicional cenizo anticadista (que había engrosado en el primer tiempo, con un arbitraje en su línea), parece que opta por la reconciliación. Pita un penalti a favor del Cádiz, por derribo a Ortuño en un saque de esquina. Más claro que ese le han cometido una docena al Cádiz esta temporada. Además, le muestra la segunda tarjeta amarilla a Mossa. Ortuño, ocho meses después, lo chuta mucho peor que en agosto del año pasado. Error que hunde la moral del equipo.

En el resto del partido, a pesar de tener a un Nástic muy vulnerable por las bandas, no fueron capaces de crear verdadero peligro. En el cuarto de hora largo que jugaron con un futbolista más, les pesó la tragedia del penalti. No crearon opciones claras de gol, a pesar de que dominaban y habían entrado Nico (que no aportó nada), Abdullah (que sólo dio pases fáciles) y Aitor (que chutó una vez y salió fuera).

Pero pudo ser peor. Emaná, que ya había fallado una ocasión en el primer tiempo, pudo teñir de luto la tarde en la última jugada del partido. Tras un fallo de Sankaré (que, de pronto, apareció en el extremo derecho), el balón llegó a Emana, que se plantó solo. Menos mal que Alberto Cifuentes, aguantando el tipo, con una gran intervención, salvó el temido gol.

Puede que ahí reapareciera la flor lozana, tras ese penalti marchito y maldito. Y puede que el puntito supiera a poco, sí, pero pudo saber a menos. Además de la flor, al Cádiz le faltaron ideas.

José Joaquín León