EL Cádiz salvó un punto en un partido histérico. Puede parece un resultado bueno, si se considera que estaba perdiendo por 2-0 y por 3-1. Ante un rival, el Sevilla Atlético, hiper motivado, aunque no se jugaba nada (o eso se supone), ya que con 52 puntos estaban salvados desde antes de empezar. Para el Cádiz fue otra oportunidad perdida de asentarse en los puestos de fase de ascenso. Ayer faltó sentido común en los jugadores, acierto en las decisiones del entrenador, y hasta más entrega y ambición en algunos momentos de este loco partido.

El primer error fue el ambiente creado. Era un partido importante, pero no el decisivo para ascender. Probablemente, al Cádiz le hubiera ido mejor en un Sánchez Pizjuán con el ambiente apacible que han disfrutado los demás visitantes. Pero, al trasladar más de 8.000 seguidores, facilitaron la reacción. Acudieron 10.000 sevillistas, algo que no ha sucedido en toda la temporada, en un partido irrelevante para ellos.

También se insinuaba, por las amistades del presidente Vizcaíno, que el partido estaba supuestamente amañado. Una carajotada grande, que se había propagado por las redes sociales. La realidad fue la contraria: el Sevilla Atlético corrió más que el Cádiz. En el banquillo blanco celebraron los tres goles como si hubieran ganado un título. Y buscando la victoria hasta el último minuto. El Cádiz, había contribuido a que su rival saliera extraordinariamente motivado para ganar.

Después, en el terreno de juego, no se supo resolver el partido en las dos ocasiones que tuvieron Álvarito y Ortuño con marcador igualado: Por el contrario, Marc Gual, marcó en los dos únicos remates peligrosos del Sevilla Atlético en la primera parte. En el segundo gol, con un taconcito de Borja Lasso, lamentablemente defendido por la defensa verde. Otra vez se comprobó que Brian necesita mejorar en el marcaje.

Los de verde debieron jugar de amarillo, que es su color. ¿No se canta que ese color está maldito para los artistas pero es gloria bendita para los cadistas? Pues entonces. Pero los verdes se debieron ir al descanso con la cara roja de la vergüenza de tener casi perdido el partido.

En la segunda parte, cuando Cervera iba a dar entrada a Abdullah  y a Aitor por si acaso, marcó Aketxe un gol de falta, que resituaba al Cádiz. Hasta que Aridane cometió un penalti de principiante, que puso otra vez al Sevila Atlético con dos goles de ventaja. El entrenador le contestó con un banquillazo. Agotó los cambios con otro delantero, para encomendarse a Santamaría.

A pesar de todos los errores, un gol de Alvarito, que pescó un rechace del portero, y otro de Abdullah, al resolver un saque de esquina (otra jugada de balón parado), pusieron un empate inesperado. Con tiempo para ganar el partido. Pero el Cádiz, que tenía a José Mari de improvisado central, bajó el nivel de su ambición. Alberto Cifuentes, con una mano salvadora, evitó la derrota.

El próximo domingo tienen un  partido aún más trascendental. Probablemente, no valdrá un solo puntito ante un Elche que llegará a la desesperada.

José Joaquín León