EL Cádiz consiguió un punto en el penúltimo minuto con un cabezazo providencial de Servando, y estuvo a punto de ganar en el último, cuando un chut de Salvi salió fuera por poco. Fue lo mejor de un Cádiz que hasta la prolongación había estado ciego ante la portería, y se había complicado un partido que no merecía perder, pero que no supo ganar. El resultado es malo, aunque con matices. Mucho peor era la derrota, que situaba al Valladolid en la pugna por los puestos altos. Al resultado se le aplica la teoría del mal menor: si no se puede ganar a un rival directo, al menos el empate sirve para mantener las diferencias.

El Cádiz tenía la baja de Álvaro García. Muy importante. Pero también era un enorme hándicap para el Valladolid la ausencia de Mata, el máximo anotador de la categoría, que ha marcado 27 goles. La primera parte fue equilibrada. Ningún equipo asumía riesgos. Ambos entrenadores sabían que perder era un varapalo.

El Cádiz tenía en el centro del campo a Garrido, Abdullah y Alex. Con ello le bastaba para que el Valladolid no llegara demasiadas veces. Sin embargo, en un par de arrancadas de Toni Martínez, la defensa estuvo poco fina. Brian tenía mucho carril por la izquierda, donde se notaba enormemente la ausencia de Alvarito. Tampoco Salvi estaba fino por la derecha. Delante, ni Carrillo ni Barral estaban a la altura de lo que se necesita para seguir arriba.

Era evidente que el Cádiz sólo podría marcar en una jugada aislada, o a balón parado. Al principio del segundo tiempo, Barral cabeceó un córner con todas las ventajas, pero el balón salió ligeramente alto. Pudo y debió ser el 0-1, que quizás hubiera abierto otro partido. Porque el Valladolid, hasta entonces, apenas inquietaba.

Sin embargo, marcaron en un ataque bien trenzado que culminó Toni Martínez. Al Cádiz, en esa jugada, le salió todo mal. Salvi, no acertó a tapar, el portero Alberto Cifuentes hizo la salida tarde y dejó vendida la portería, y Marcos Mauro no pudo despejar. Con el gol, el Cádiz se topaba con un escenario pérfido y el Valladolid con un premio exagerado.

El Cádiz entró en una fase de quiero y no puedo. Sólo creó peligro Brian, en un disparo ajustado al palo que le atajó Massip. Durante muchos minutos rondó el gori gori de la nulidad absoluta, casi la renuncia al ascenso para el Cádiz. Se intentaba, pero no salía nada. Hubo un doble cambio, con Perea y Dani Romera, que aportaron demasiado poco para ser unos revulsivos de verdad. Por el contrario, la entrada de Eugeni en los últimos minutos sí fue determinante. Intervino en la jugada del gol, lanzando la falta para el certero Servandazo, y en la última oportunidad, que Salvi no pudo colar dentro de la portería, para haber conseguido una de esas victorias épicas en las que suenan la flauta de vez en cuando. La suerte de los campeones, le dicen algunos. Pero fue una suerte incompleta.

A pesar del punto rescatado y de la oportunidad final, este Cádiz ha ido a menos. Y parece que el entrenador no acierta con la tecla para reactivar al equipo. Se rompió una racha de casi cuatro partidos sin marcar. Aunque en abril no ha sido capaz de ganar.

José Joaquín León