UN triunfo muy importante, no sólo por el 2-0 ante el Real Zaragoza, sino por la forma de conseguirlo. El Cádiz fue superior, defendió como los arcángeles contra los demonios, y remató a su rival con dos estocadas de Barral y Alvarito, que volvieron por sus fueros. Jugando a tope, con una entrega sin reservas, al Cádiz hasta le sobraron 25 minutos de partido, tras la merecida expulsión de Delmás. Por cierto, el Zaragoza, que parecía en buena racha, fue incapaz de crear una ocasión clara de gol en todo el partido. Borja Iglesias se quedó anulado por unos centrales impecables.

El partido tenía su morbito desde antes de empezar. Había mucho en juego. El Cádiz arrancaba como octavo y el Zaragoza como cuarto. En el rival se esperaba a Papu, que fue el causante de la lesión de José Mari en la primera vuelta. Media temporada perdida. Una lesión que le ha costado al Cádiz varios puntos, los suficientes para encontrarse más lejos del ascenso directo. Papu estaba en el banquillo, pero su entrenador, Natxo González, no lo alineó ni un minuto. Él sabrá por qué.

Como si sus compañeros quisieran homenajear a José Mari, ayer el Cádiz ofreció una lección de pundonor, con cabeza fría y alma caliente. En el centro del campo Garrido fue un coloso, un muro para sus rivales, de principio a fin. Álex puso el temple, para salir con más criterio que otras veces. Perea aportó las dosis de calidad para que el fútbol amarillo no se limitara a las patadas a seguir.

Alvarito apuntaba a día grande. Se notó desde el principio. En el minuto 7 puso un balón a Barral que el isleño envió a la red a la media vuelta. Un latigazo del mejor Barral, el que empezó la Liga como goleador y después desapareció lamentablemente. En la primera media hora, el Cádiz pudo sentenciar el partido, pero le faltó más puntería y más convicción.

También lo pudo liquidar al principio del segundo tiempo, cuando Carrillo (siempre voluntarioso) no acertó a rematar un  buen pase de Alvarito; y en el saque de esquina posterior le quitó el remate a Garrido. Pero el dominio del Zaragoza era ingenuo. La defensa estaba firme, con Lucas Bijker restituido y con Rober Correa hasta el límite. Servando como siempre, un cañón, con Marcos Mauro muy eficaz, y con Kecojevic, cuando entró, aportando la sobriedad justa que le caracteriza. Una defensa inexpugnable.

El partido se rompió con la expulsión de Delmás, merecida incluso desde antes. A renglón seguido, un pase majestuoso de Perea fue culminado por Alvarito en una carrera electrizante hacia el gol. Ahí se decidió el partido, punto final, aunque faltaban más de 25 minutos. El Cádiz perdió calidad (aunque ganó frescura) con los cambios de Nico y Jona. En realidad, ya sólo jugaban a que pasara el tiempo. El Zaragoza, poco a poco, se hizo a la idea de que se irían de Carranza sin puntuar.

En un solo partido el Cádiz pasó del octavo al cuarto puesto. Significa que la igualdad es máxima. Para estar arriba a final de temporada hay que ganar los partidos que faltan. No basta con empatar. Esa fue la mejor lección de una noche buena, cuando el Cádiz volvió a ilusionar, con garra y eficacia.

José Joaquín León