HA manejado tanto los tiempos que al final le han sobrado cinco días. Los días que ha tardado en decir que se va. Era demasiado tarde. Pudo dimitir el jueves o el viernes de la semana pasada, y ahora estaríamos comentando otras historias. La primera y principal para él es que se habría ahorrado asistir a la toma de posesión de Pedro Sánchez. Dicen que Rajoy no dimitió como presidente del Gobierno (en cuyo caso se hubiera cancelado automáticamente la moción de censura), porque pensaba que Sánchez sería investido de todos modos, porque otro candidato del PP tampoco tendría apoyos. Todos los periódicos, y todas las encuestas, pedían elecciones ya, un habla, pueblo, habla. Pero el único interesado era Albert Rivera, que se había creído las encuestas. Los demás también las creyeron, y por eso no quieren pasar por las urnas a corto plazo.

Por culpa de Aznar estuvo el PP siete años en la oposición. Por culpa de Zapatero se hubiera quedado el PSOE toda la vida en la oposición y al borde de la desaparición. Rajoy llegó para frenar la crisis. Pero hubo una conjunción astral y un caso feo que han permitido a Sánchez ser presidente con 85 escaños. Algunos pelotas comparan la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa con la de Felipe González. Pero Felipe tenía 202 escaños. Incluso Zapatero consiguió 169 en 2008, la última vez que ganó el PSOE.

Rajoy había empezado mal: perdiendo las elecciones de 2004 y 2008. Aunque con 148 y 157 escaños, unos resultados espléndidos para estar en la oposición, si se comparan con los últimos del PSOE de Sánchez. Después Rajoy ganó en 2011 con 186 escaños, una sólida mayoría absoluta. Ya habían aparecido casos de corrupción en el PP, pero el país estaba al borde de ser intervenido y terminar como Grecia. Lo demás es conocido. La nueva política con Ciudadanos y Podemos abrió un  escenario inseguro. El PP no supo buscarse amigos. Y, cuando reencontró al PNV, le pusieron los cuernos políticos una semana después.

Sus rivales lo  consideraban un gran político, pero se lo callaban en público. Pablo Iglesias lo ha elogiado... en la despedida. Rajoy cometió errores que le han recordado a cada momento, como su consejo a Bárcenas. La memoria histórica siempre se aplica contra los mismos, mientras que algunos del PP a veces parecen amnésicos.

En los tiempos de Rajoy puede entrar la vendetta: espera que Sánchez sea un presidente efímero y se descalabre en las urnas. Pero no hacía falta arriesgarse a resucitarlo, ni regalarle unos meses de gloria.

José Joaquín León