LA actualidad política depresiva, la Justicia a la que le han dado por saco, la tragedia de Argentina, el carril bici, y todo eso, no debe hacernos olvidar que hoy es el día de los Juanillos. Si la gente no respeta ni que estamos en Carnaval, como dijo ‘Tres notas musicales’, cuarteto de El Peña y El Masa, menos aún a los Juanillos. Porque esta es la fiesta más maltratada de Cádiz. Esta afirmación viene avalada por tres detalles: 1. Los Juanillos no tienen pregón público (en San Antonio, el Falla o el Ayuntamiento) en esta tierra donde se encargan para cualquier chorrada; 2. Ninguna mesa redonda ha pedido que los Juanillos formen parte del Patrimonio de la Humanidad; 3. El alcalde González no le ha reclamado todavía a la Junta de Andalucía o el Ministerio de Cultura que le paguen un kilo y medio para los Juanillos.

Los Juanillos les importan un pito. Ni siquiera un pito de caña, sino un pito de árbitro, que se equivocan hasta con el VAR. Los Juanillos me gustan, porque pertenecen al Cádiz profundo. Algunos los han comparado con las Fallas de Valencia y las Hogueras de Alicante. Nada de eso. Porque lo de Valencia y lo de Alicante es diferente. Aquello es como quemar a la Bruja Piti o el Dios Momo, como si hubieran quemado a El Sopa cuando Manuel Peinado lo recreó (junto a Nando y Rafael León) para que lo pusieran en la plaza de San Juan de Dios en las Fiestas Típicas Gaditanas y todo el mundo pasara por debajo del arco del triunfo. Quemar figuras costeadas es lo propio de Valencia, de Alicante y de las Fiestas Típicas.

Por el contrario, el Juanillo es un peculiar producto del ingenio gaditano. Sus orígenes fueron vecinales y mamarracheros. De ahí se pasó a que los hiciera Peinado y a quemar muñecajos de Carlos Díaz y de Teófila Martínez. A Teófila la quemaron mucho, se pasaron 20 años encendiendo monigotes de ella, y algunos incluso han seguido después, ya con Kichi, porque le tomaron cariño a la alcaldesa, y les parecía raro quemar un muñeco de Podemos, como si fuera Pablo Iglesias purgando a un hereje anticapi. Pero siempre se quemará algo, lo que sea.

A esta fiesta tan gaditana le falta promoción. La noche de San Juan debería ser un aliciente para que vinieran miles de turistas a Cádiz, atraídos por su gracejo proverbial y su imaginación portentosa. Es un fenómeno liberador, donde la gente da rienda suelta a su indignación y sus ansias de burla para fustigar a la casta poderosa. Los Juanillos son los parientes pobres del Carnaval y los Tosantos, con los que forma la trinidad irreverente de la ironía de Cádiz.

José Joaquín León