EN España cortan cabezas de turcos para todo, como si estuviéramos todavía en la batalla de Lepanto. Ya no son turcos, propiamente dichos, sino que buscan víctimas debajo de las ruinas. Algunos dicen que la culpa es de la Inquisición, pero viene de antes. Los romanos producían mártires cristianos a granel. Y en los ancestros ya estuvo Abraham a punto de sacrificar a su hijo Isaac. Por eso, después de la eliminación de España  en el Mundial, desde que falló Iago Aspas el último penalti buscan culpables, y cada cual tiene los suyos. Porque todo el mundo opina de fútbol, y así se dicen incontables tonterías.

Para muchos madridistas la culpa es del presidente de la Federación, Luis Rubiales, por echar al entrenador del Real Madrid, digo de España, en las vísperas del Mundial. Para muchos antimadridistas la culpa es de Florentino Pérez, por no respetar que Lopetegui, el ex entrenador de España, había renovado su contrato desde antes del Mundial. ¿No había nadie en el mercado, sin necesidad de fastidiar a la selección de tu país? Para otros, la culpa es de Lopetegui, por ser tan falso de ampliar el contrato con España y a los pocos días fichar por el Real Madrid; y por decirlo, ante el miedo de que al final no lo hubieran fichado, si era él quien fracasaba en este Mundial.

Para muchos la culpa es de Fernando Hierro, que ha vuelto a demostrar por qué no clasificó al Oviedo en 2017 para los play offs de Segunda. Para los porteristas, el culpable es De Gea, que cantó siempre que pudo, y no paró ni uno de los seis penaltis que le chutaron en el Mundial. Para ciertos madridistas la culpa es de Piqué, por levantar la mano en el penalti de Rusia (y menos mal que marcó el suyo en la tanda). Por el contrario, ciertos barcelonistas opinan que jugaron muchos del Madrid y que desde Raúl se sabe que eso es nefasto, y que dónde estaba Isco (que según los comentaristas era la estrella) a la hora de lanzar los penaltis.

En otros tiempos, antes de triunfar en el Mundial de 2010 en Sudáfrica (por cierto, ganando en octavos, cuartos y semifinal por 1-0 y la final en la prórroga), se hubiera culpado a la mala suerte y al árbitro. Mala suerte porque los rusos no crearon ni una jugada de gol y merecieron perder, aun jugando España andando. Y el árbitro holandés Kuipers se tragó un doble penalti a Piqué y Ramos en la última jugada de la prórroga, incluso con VAR. Fue un cobarde.

Les recuerdo que el fútbol es más complicado que la política casera, y no basta con unirse los colegas para echar a Rajoy o a Teófila. Como dicen los filósofos, los partidos de fútbol a veces se deciden por pequeños detalles. Y esto se veía venir.

José Joaquín León