LOS chiringuitos se han copiado de la Costa del Sol malagueña. En Cádiz, hace medio siglo, no había chiringuitos propiamente dichos. El bar Jerónimo, en estos tiempos, hubiera sido el chiringuito Jerónimo. Pero entonces era el restaurante-bar Jerónimo, situado a pie de playa, a la altura de la actual calle Neptuno, en la arena, que casi todos los años se inundaba cuando llegaban las mareas de Santiago o los temporales de septiembre; y no pasaba nada, la gente seguía comiendo el pescaíto frito, y nadie le echaba las culpas a la Demarcación de Costas. Los chiringuitos han llegado después, copiados de Torremolinos y Fuengirola, donde los había a manojitos en sus paseos marítimos para comer chanquetes y espetos de sardinas. 

Tan imparables están que hasta es posible que abran un chiringuito en la Glorieta Ingeniero La Cierva, cerca de la calle Muñoz Arenillas. A eso antes, cuando lo gestionaba Baro, le decían quiosco, pero ya me lo imagino reconvertido en chiringuito de asfalto. Se han presentado 10 ofertas para la licitación municipal. Un quiosco o chiringuito de asfalto evita las molestias de pringarte los pies con la arena. Y si los temporales del próximo invierno vienen crecidos, es improbable que la marea pueda llegar hasta el quiosco, digo hasta el chiringuito de asfalto, tras haber inundado los chiringuitos de invierno y el carril de Martín Vila.

Ahora vamos a tener chiringuitos de verano, que ya ocupan espacios amplios en las arenas de las playas, y se pueden disfrutar en la Caleta, Santa María del Mar, la Victoria y Cortadura. Chiringuitos de invierno, que son casi los mismos, pero más resguardados y con velitas a la Virgen de la Palma por si llegan las mareas un poco lejos. Y chiringuitos de asfalto, que son los que están alrededor de las playas, algunos con terrazas para los atardeceres, y que se pueden ampliar hasta la Glorieta de La Cierva.

Ese sitio, frente al Hotel Playa, siempre fue estupendo. A falta de chiringuitos, allí, detrás de la parada de los tranvías y los trolebuses, estaba la cervecería El Barril, donde servían jarras, medias jarras, boks y cañas de Cruz Blanca, y las papas fritas. Eran otros tiempos, cuando en la playa Victoria había casetas de lonas y toldos con postes.

Entonces cada ciudad mantenía sus costumbres propias, y no copiaban las de los vecinos. A nadie se le hubiera ocurrido que el Ayuntamiento y la Junta se pelearan por los chiringuitos, porque no había chiringuitos, ni en invierno ni en verano, y tampoco había Junta. Y las multas en la playa te las ponían por jugar a la pelota y a las palas.

José Joaquín León