EL Circo Rojo llega hoy a Cádiz y comenzará sus funciones. Una vez más, el arte imita a la realidad. Algunos fachas diréis que el circo rojo ya lo tenemos en Cádiz desde junio de 2015, cuando pasó lo que pasó, y así seguimos entre payasos y demás. Pero yo me refiero al verdadero Circo Rojo, que se ha instalado en el solar del Hospital de Puntales (antigua Construcciones Aeronáuticas). Es el solar más sandunguero y desaprovechado de Cádiz, desde los tiempos de Manuel Chaves. Pero ahora se ha instalado un circo, así que al menos sirve para algo útil. Atención: tampoco es como los circos de toda la vida, cuando actuaba Pinito del Oro, o cuando las fieras de Ángel Cristo y otros domadores intrépidos.

Aquellos circos de los trapecistas, los payasos, los malabaristas, los saltimbanquis, los domadores y las fieras causaban la alegría de los niños de otros tiempos. Un día, en el Ayuntamiento, les dio por decir que Cádiz era una ciudad libre de animales maltratados, y eso serviría lo mismo para las corridas de toros (que de todos modos se celebraban en El Puerto de Santa María desde que se cepillaron la plaza de Cádiz) que para los circos con leones africanos y tigres de Bengala, y tampoco nada de gorilas, ni de elefantes, ni de ornitorrincos. En el mismo paquete incluyeron a los mulos de la carreta del Rocío, excepto que se largaran pitando para la romería de las marismas.

Pero el Circo Rojo que viene ahora es diferente. Presentan un espectáculo musical de Sergio Alcover, que se denomina Killerland. Incluye personajes como Duna, una reina andrógina repudiada, que vaga por el desierto. O como las hermanas guerreras del norte, Elba y Gina, de las que dice el programa: “Cuenta la leyenda que su padre las cambió a un mercader por un paquete de tabaco. Del mercader sólo se han encontrado los brazos y el pene…” También aparece Jade-O, que es “la reencarnación de Regina do Santos (en sus tiempos de destape)”, mujer sensual y agresiva, con tendencia al jadeo, de ahí el nombre. También aparecen un sadomasoquista apaleado y una transexual con el tabique de platino, entre otros personajes tirando a góticos.

Como pueden imaginar, estos circos de ahora son para “gente atrevida” y no son como el Price de antes, cuando los niños se reían con los cómicos y lloraban con las fieras. Es lo que pasa con las ciudades libres de animales, que tienen un Circo Rojo con otro estilo, digamos que más moderno.

No obstante, yo los felicito, porque el Circo Rojo le ha devuelto una utilidad al abandonado solar de Puntales, que era territorio libre de fieras, pero repleto de jaramagos.

José Joaquín León