ENTRAMOS en agosto, que era el mes apacible y largo del verano. Las vacaciones por excelencia. En otras ciudades de interior, como Madrid, Córdoba y Sevilla, hasta cerraban los negocios por vacaciones. En Cádiz, como hay playa, sólo cierran los negocios por ruina, llegado el caso. En agosto organizaban, según los años, la Velada de los Ángeles, los Festivales de España en el Teatro José María Pemán, las actuaciones del Cortijo Los Rosales (que intentan recuperar los románticos que sobreviven), las actividades del Alcances verdadero (que sólo fue el de Fernando Quiñones), y para rematar la faena el Trofeo Carranza. De eso ya hemos publicado que se perdió todo. Como se perdió el barco del arroz y el Vaporcito de El Puerto surcando la Bahía.

Antes, en agosto, se hablaba de las altas temperaturas, la pertinaz sequía, las corridas de toros en las plazas de Cádiz y El Puerto, las medusas y picapicas que a veces aparecían en las playas, las prohibiciones de toda clase de juego de pelotas, los niños perdidos que siempre vestían un bañador de rayas, las tardes de bingo en la Caleta, los conciertos nocturnos de Mecano y otros así en la playa Victoria (gratis, por supuesto) y las obras del puente (porque siempre había un puente en obras, primero el primero, y después el segundo).

Sin embargo, ahora ya lo ven. Se habla de la huelga de los taxistas, cuando antes se iban de vacaciones como todo el mundo y dejaban a unos suplentes al volante. Se habla de los migrantes en pateras, cuando antes los emigrantes iban en tren a Barcelona o Alemania, y procedían de los pueblos de la Sierra, o de Medina, o de Paterna. Sin embargo, ahora los migrantes son instalados en Campano (donde antes iban a parar los niños golfos que se portaban fatal y no aprobaban ni una asignatura). Ahora los migrantes de Chiclana están cerca de los que juegan al golf y han pagado a 300 euros la noche por una habitación de lujo en algún hotel del Novo.

Yo no tengo ninguna añoranza de cuando el Generalísimo pescaba salmones (o lo que se le enganchaba en el anzuelo), pero hemos pasado de eso a Pedro Sánchez en avión oficial para ir al festival de Benicassim. Nada que ver con la Transición, cuando venía Rocío Jurado como una ola.

El verano nos gustaba porque era verano, y se ligaba más que en invierno, cuando las niñas iban de uniforme. El tiempo de agosto pasaba más despacio, alegre, como dejándose querer, o eso nos parecía.

José Joaquín León