LOS taxistas de Cádiz no son como los de Barcelona, ni como los de Madrid. Por eso, me sorprendió la concentración de 224 taxis gaditanos que ayer recorrió la Avenida hasta la plaza de España. Entiendo que se pueden solidarizar con sus compañeros de esas ciudades, como si quieren apoyar a los de Roma o Estocolmo. No obstante, la realidad del gremio en Cádiz es distinta a las principales capitales de España. Y lo es, sencillamente, por la ciudad: Cádiz es chiquitita. Una carrera de taxi en Cádiz tiene unos precios asequibles, casi populares. A veces nos resulta más barato ir desde Cortadura a la Caleta en taxi (y volver) que aparcar el coche particular en un parking público durante varias horas. A veces cuesta igual que viajen cuatro personas en taxi a hacerlo en el autobús urbano.

El taxista (y la taxista, que también las hay) de Cádiz tiene una problemática diferente. Dentro de las maniobras del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, para traspasar el problema a otros ámbitos autonómicos y municipales, existe un fondo de razón. El problema, en origen, viene creado por Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, que en sí misma es una fuente de conflictos. Así como hay eminencias que aportan una solución para cada problema, Ada Colau ofrece un problema para cada solución. Con ella empezó todo. Y después se ha contagiado el conflicto del taxi, llegando hasta Cádiz, donde Uber no es competencia, y los viajeros pueden ir andando desde la estación de autobuses a la de trenes y al puerto, o al revés. Y para viajar al aeropuerto existe un tren de Cercanías.

Los problemas de los taxistas de Cádiz se deben abordar a escala local. Por eso, la regulación de competencias debe ser municipal, en vez de estatal o autonómica. La realidad del taxi en España depende de las circunstancias locales. Cádiz no es como Madrid ni como Barcelona, pero tampoco como Don Benito o Alcañiz. En Cádiz los taxis dependen mucho de las fiestas y de los horarios. A veces faltan y a veces sobran. Mantener el equilibrio no es fácil.

Los taxistas gaditanos, en general, son buena gente y no plantean problemas de antipatía personal, más frecuentes en otras ciudades. Es un servicio que funciona razonablemente bien. En Cádiz los VTC no hacen falta para nada, lo digo claramente, porque el taxi ya es como el VTC y se ha reconvertido para mejorar. Por eso, creo que este conflicto no es el suyo, a pesar de la solidaridad gremial.

José Joaquín León