ES una triste guasa, como se suele decir. En ninguna ciudad con aspiraciones a entrar en el Patrimonio de la Humanidad se toleraría que su Ayuntamiento mantenga uno de los edificios emblemáticos en un estado que puede llegar a ruinoso  Me refiero a la Torre Tavira, donde se encuentra la Cámara Oscura, y al palacio de Recaño, donde el alcalde González organiza esporádicas visitas para enseñar en plan aparición lo que algún día pudiera ser Museo del Carnaval. De seguir el deterioro ruinoso, podrá enseñar el Inframuseo del Carnaval. A ver si así tiene suerte y consigue que la Junta de Andalucía se lo restaure a cargo del plan de infraviviendas. Ya sólo falta allí algún asustaviejas.

En Cádiz todo se soluciona con redes de seguridad. En Cádiz se caen las piedras y las cornisas como si sufrieran lipotimias. En Cádiz vas a la Catedral y hay redes por todas partes. En plan laico, otro gran monumento es el de la Torre Tavira con su palacio de Recaño, donde también hay redes de seguridad. El edificio está cada vez peor, mientras el alcalde se dedica a enseñarlo para presumir de que él ha puesto en marcha el Museo del Carnaval. ¿Museo? ¿Qué Museo?

La Junta de Andalucía se lava las manos, como si el consejero Miguel Ángel Vázquez saliera en el paso de la Sentencia. Se supone que al casero del edificio (es Bien de Interés Cultural) hay que exigirle que lo conserve. O que consiga ese acuerdo con la Junta para que se lo rehabiliten como infravivienda. O que haga algo, que es de lo que se trata. No sólo salir en las fotos como si fuera guía de un museo inexistente.

Sería triste que, de rebote, se carguen la Cámara Oscura, uno de los pocos atractivos turísticos que funcionan bien en Cádiz. A Belén González Dorao no le han autorizado que instale un ascensor para subir a la Torre Tavira porque es un BIC. El ascensor de Belén es un clásico de la incompetencia burocrática, aunque se le presta menos atención que a los chiringuitos, por razones obvias. Entre eso y las cagaleras divinas, así les va.

Puede que esto no pase por casualidad, sino porque lo hacen a idea para ambientar. Puede que el Inframuseo del Carnaval busque nuevos alicientes museísticos. Por ejemplo, que a un visitante le caigan quince piedras, en recuerdo de la comparsa de Enrique Villegas. O que el palacio parezca un patio de vecinos, en recuerdo de la legendaria comparsa de Antonio Martín.

Tempus fugit, según Virgilio, un poeta romano que no escribió ningún pasodoble. El Inframuseo del Carnaval abrirá sus puertas un día. No se sabe cuándo, ni en qué estado.

José Joaquín León