EL Gobierno de Pedro Sánchez también puede pasar a la historia como el que renunció a la soberanía española en Gibraltar. Entre torpedear el acuerdo del Brexit y bajarse los pantalones políticos, a la hora de firmar el protocolo, existen otras posibilidades intermedias. Por ejemplo, reclamar la soberanía compartida para que los gibraltareños sigan en la Unión Europea, como votaron masivamente en el referéndum. O, como mínimo, dejar constancia expresa en el  documento de que España no renuncia a la soberanía, en vez de hacerse los suecos con el síndrome de Estocolmo para beneficiar al rival, como si no tuvieran nada que ver.

Ya nadie pide que cierren la Verja, por supuesto, pero tampoco hay que pasar por el aro de los intereses británicos y gibraltareños. Ellos no regalan nada, no son tan generosos. Extraña que el ministro Borrell (que ejerce de apagafuegos del Gobierno para corregir a sus compañeros) trague en este asunto, con el desprestigio personal que le puede suponer, a él que tanto cuida su propia imagen para parecer más listo que los otros, ya que lo es. Todavía hay tiempo para rectificar, que es lo que mejor les sale. Y siempre podrán decir que lo estaban estudiando. A día de hoy es mejor estudiar que inventarte los títulos por la cara.

El ex ministro de Exteriores García Margallo también ha reclamado la cosoberanía y ha denunciado el error que va a cometer España. No es sólo un problema del Gobierno, sino que afecta al territorio. A Margallo se le ha visto como un excéntrico. En el Gobierno de Rajoy se enemistó con más de la mitad, decía lo que pensaba (actitud fatal en la política), y no lo votó casi nadie cuando se presentó para liderar su partido en las primarias. Es un antisorayista convencido, que iba con cualquiera menos con Soraya. Pero en lo de Gibraltar ha puesto el dedo en la llaga del problema.

Decir que las medidas se asumen en beneficio de los trabajadores es una excusa falsa y mala. Se debe explicar que la cosoberanía sería mejor para los trabajadores españoles y también para los gibraltareños, que seguirían en la Europa comunitaria, sin la parte negativa que implicará el Brexit para ellos, les guste o no. Estamos en el siglo XXI y no es lógico que Fabián Picardo y los suyos se comporten como si siguiéramos en el XIX. ¿O no decían en el PSOE que no se debe tener miedo al diálogo?

Cuidado con lo que va a ocurrir en Gibraltar, antes de que se coman el marrón, diciendo que no ha pasado nada. Algunos papeles firmados son difíciles de rectificar.

José Joaquín León