HOY es el día 12 de octubre, el día en que algunos dirigentes eruditos de Podemos (sin señalar) dicen en las redes sociales que los españoles se dedicaban a cortar cabezas de indios en América. También hicieron algunas cosas más, en realidad. En Cádiz existe una amplia vinculación con América. El esplendor comercial de la ciudad en el siglo XVIII, lo mejorcito de este puerto con el monopolio, tenía bastante que ver con América. Por eso, me ha parecido bonito el hermanamiento de Cádiz con Quito. Y todavía más bonito que el concejal David Navarro anuncie lo de Quito (sin estar loquito) en las vísperas del día de la Hispanidad, de la fiesta nacional, de la Virgen del Pilar, de la patrona de la Guardia Civil, de todo eso que es de todos los españoles, y no sólo de algunos.

La Hispanidad gaditana no se debería perder. Y los premios Libertad Cortes de Cádiz tampoco. Por la Casa de Iberoamérica han pasado unos y otros. Y sin sectarismos. Pasó Lula da Silva, ese presidente brasileño, ídolo de los obreros de su país, que después fue acusado de corrupción, y ha dado lugar al tal Bolsonaro, que tiene  mala pinta. O Pepe Mújica, el peculiar presidente de Uruguay, que de joven fue guerrillero tupamaro y de mayor un eremita, o un ejemplo del populismo de izquierda ascético.

Algunos siguen diciendo que todo lo malo que ha pasado en América es por culpa de los españoles. Pero también es consecuencia la religión del Papa Francisco, aunque tenga un apellido de los italianos de Argentina, como Messi y Maradona. O Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, que no ganaron el Nobel de Literatura con la lengua de los indígenas, sino con la misma que Camilo José Cela y Juan Ramón Jiménez.

En la Hispanidad gaditana hay una nostalgia de esos barcos que estamos esperando desde Cartagena de Indias o desde Vera Cruz. Antes del barco del arroz, se decía de algo que se perdió como La Habana, que se quedó en Cádiz para las películas de James Bond, para que la retratara Kiki, para que Carlos Cano cantara las habaneras de Antonio Burgos, para que el Canpo del Sur y el Malecón fueran hermanos separados. O para que el castillo de San Sebastián se caiga a pedazos, mientras el castillo de San Felipe de El Morro, en San Juan de Puerto Rico, figura en el Patrimonio de la Humanidad.

Nuestros hermanos de Quito también están en la lista de la Unesco. Como media América que se dejó allí Cádiz, cuando regresaban los barcos y veían las espadañas barrocas del Carmen y los baluartes. Allí se quedaron los hermanos y aquí los primos.

José Joaquín León