ES una gran alegría que ya se haya abierto el colegio mayor de la Universidad, antes denominado del beato Diego de Cádiz. Con el tiempo que ha transcurrido desde que los responsables de la UCA decidieron suprimir el nombre, ha pasado lo suficiente para opinar con serenidad sobre este asunto. Lo primero es que un colegio mayor no tiene por qué estar dedicado a un santo o un beato. Lo segundo es que el nombre no condiciona su ideología. En Madrid, donde estudié, el colegio mayor más rojo era el San Juan Evangelista, donde la mayoría de los alojados militaban del PCE para allá. Por lo tanto, no es un agravio que prefieran otro nombre, en vez de la sandez de no ponerle ninguno. Eso queda al gusto de la propiedad.

Lo siguiente es que se ha aprovechado la oportunidad para arrastrar por los suelos la figura y el prestigio del beato fray Diego José de Cádiz. Más o menos se le ha presentado como un zoquete y un carcamal, medio analfabeto, que se oponía a la ciencia y el progreso, y pretendía que los españoles de su siglo se comportasen como si vivieran en los tiempos de las cavernas.

Es cierto que el beato no era progresista, pero eso no significa que fuera iletrado. Ser de izquierdas o de derechas es diferente de haber estudiado o no. Tanto en la derecha como en la izquierda hay intelectuales y analfabetos. Sin embargo, los excluyentes se creen que ellos son los únicos inteligentes. Es una de las formas de no serlo.

Las biografías del beato están bastante manipuladas. Pero se sabe que la Universidad de Granada lo proclamó maestro en Artes y doctor en Teología. Se le consideraba el especialista en oratoria más brillante de su tiempo. En Sevilla le permitieron predicar en un púlpito de la Catedral donde sólo lo hicieron San Vicente Ferrer, San Francisco de Borja y San Juan de Ávila. Menéndez Pelayo lo consideró al nivel de San Vicente Ferrer y San Juan de la Cruz como orador.

Se ha dicho que ser hijo de su tiempo no lo justifica, porque su ideología hoy nos parece reaccionaria. ¿Pero se puede justificar hoy la guillotina francesa en la Revolución, que es de su tiempo? Por no hablar de los campos del gulag de los comunistas soviéticos (a los que apoyó el PCE), que es posterior. El beato no es de lo peor que nos podemos encontrar. Intentaba convencer.

Por cierto que tiene una calle dedicada en Cádiz y otra en Sevilla, junto al Pumarejo, en la zona que llamaban Sevilla la Roja. Y ya he escrito otra vez cuál es el mayor problema del beato Diego: nació en Cádiz, la ciudad que mejor destroza a sus hijos ilustres.

José Joaquín León