EN este país se confunde casi todo y en Cádiz todavía más. Así es difícil distinguir las voces de los ecos, como pretendía idealmente Antonio Machado. Se nota en casi todo. Por ejemplo, en la polémica de la Medalla de la Ciudad entregada a la Virgen del Rosario por el Ayuntamiento (ya gobernado por los anticapitalistas de Kichi). La decisión de Europa Laica de llevarlo a los tribunales sólo se puede entender desde el odio a la religión católica y el revanchismo político. Es obvio que esa distinción no causa mal ni perjudica a nadie. Aunque también es verdad que no hacía falta montar el numerito de ayer con gritos y la salve callejera, que sólo ha servido para una exaltación innecesaria.

En este país se confunde el ateísmo militante con el laicismo. También se confunde el laicismo con el Estado aconfesional. Asimismo se confunde el nacionalcatolicismo de Franco con las procesiones, cuando hay cofradías fundadas 400 años antes de la Guerra Civil. Así están repitiendo mentiras con la intención de que parezcan verdad. Eso que se atribuyó a Goebbels, el asesor predilecto de Hitler, pero que se ha practicado antes y después, en todos los totalitarismos, incluido el comunismo.

Así están repitiendo que la Constitución actual define a España como un país laico, entendido como ateo. Pero no es así. En España (y también en Cádiz, por supuesto) el Estado se declara aconfesional, es decir que no tiene religión oficial. Sin embargo, se reconoce la libertad de expresión y de cultos, y está prohibido ofender a las religiones, y se ha reconocido que el catolicismo es la religión mayoritaria. Aparte de que la devoción a los santos, procesiones y medallas  incluyen componentes tradicionales y culturales. Esas tradiciones merecen el respeto y la colaboración de las autoridades.

Así como se permite una manifestación de los obreros del metal y la Policía les vigila el tráfico, ídem de ídem con una procesión, si lo quieren ver de un modo técnico y laico. Lo contrario sólo se podría fundamentar en el odio y la falta de respeto a las creencias libremente expresadas. Es decir, que sería profundamente antidemocrático. En cuanto a la representación en las procesiones y las medallas no significa que el alcalde o los concejales compartan esas ideas, sino que las respetan y reconocen, por lo que pueden acudir como representantes que son de todos, también de esos creyentes.

El ateísmo militante tiene derecho a la libertad de expresión. Pero que no se pongan el disfraz de ovejas laicas para imponer sus ideas ateas y excluir a los demás.

José Joaquín León