EL comercio de Cádiz está en crisis desde el tiempo de los fenicios. Después hubo altibajos, pero cuando se habla de la prosperidad comercial se remite al siglo XVIII, cuando el traslado de la Casa de la Contratación desde Sevilla. Como ahí se estableció un monopolio comercial, se llegó a la conclusión de que el éxito depende de las ayudas del poder, que siempre tiene la culpa. Para bien o para mal. En esas seguimos empeñados. Sin embargo, los principales responsables del éxito o el fracaso comercial son los comerciantes. Sin olvidar que esto es Cádiz, y aquí no es como en Milán. En estos días, cuando se acerca el Black Friday y la campaña de Navidad, se vuelve a hablar del comercio.

En enero del año pasado, después de la polémica campaña de Navidad de 2016, los comerciantes llegaron a calificar la situación de “triste y desastrosa”. Al alcalde, José María González, no le hizo ni mijita de gracia. La Federación de Comerciantes de Facai llegó a ponerle carbón el día de los Reyes Magos. Así que después de una reunión del alcalde, y los concejales Martín Vila y Laura Jiménez con Manuel Queiruga, Salvador Muñoz y otros dirigentes del comercio local, el alcalde entendió que debía progresar adecuadamente. En realidad, no tenía ni idea de cómo se organiza una campaña comercial de Navidad. La consecuencia fue (y sigue siendo) que centenares de gaditanos se van a comprar a Jerez, San Fernando y otros municipios de la Bahía.

En la última Navidad hubo más calles iluminadas, aunque comparado con otros municipios sigue siendo triste. Este año parece que hay propósito de la enmienda. El pequeño comercio depende en gran medida de las ventas de esos días, que tienen  repercusión en el empleo, aunque temporal y modesta. Sin embargo, con elecciones en el horizonte de la próxima primavera, este asunto se va a mirar con lupa. Otro fracaso comercial de Cádiz sería duro y muy criticado.

Tengamos en cuenta que en Cádiz se quejan todos los comerciantes. Hasta los de El Piojito lamentan las ventas, incluso ahora que les permiten abrir en agosto, los festivos y cuando se les antoja. El problema no depende sólo de más luces y más espectáculos. También se soporta la cruz de los aparcamientos (que aquí son para ricos comparados con los centros comerciales de las afueras). Y hay un problema de consumidores; es decir, de poder adquisitivo en la renta media de los gaditanos, que no son como Messi, y de atraer más visitantes del entorno. En esas quejas a veces tienen razón. ¿Qué sería del comercio sin los cruceros?

José Joaquín León