ERA la crónica de una muerte anunciada por él mismo, que no le tenía miedo porque creía en la vida eterna. En los últimos años, fray José Luis Salido sufrió, y no sólo físicamente por el cáncer que supo afrontar con una entereza admirable, sino también por algunas situaciones que resultaron dolorosas y tristes para él. Como ir a Jerez (él que era jerezano y sin embargo gaditano) casi todos los días, olvidándose de sus achaques de salud, para atender la iglesia de San Francisco de la ciudad del vino desde Cádiz. Le dolió que sus hermanos franciscanos se ausentaran de Jerez, la fundación más antigua de esa orden en Andalucía; e intentó minimizarlo a base de su entrega abnegada.

Esa entrega a los demás marcó su vida. Como escribió ayer José Antonio Hernández Guerrero, fray José Luis era un claro ejemplo del modelo franciscano. Con el tiempo será valorado aún más, y recordado entre esos frailes que hemos conocido en Cádiz a los que el carisma de sus órdenes se les notaba de lejos. Carmelitas como José Luis Zurita o Ismael Bengoechea, que siendo tan distintos eran tan carmelitas. Eso de la orden suele marcar. Por ejemplo, se aprecia en sacerdotes jesuitas que han escrito libros, incluso de pareceres antagónicos, como Pedro Lamet o Jorge Loring. ¿Se puede ser más diferente? Y, sin embargo, tan jesuitas. De ese carácter tan evidente, con el cierre de conventos en Cádiz, ya apenas nos va a quedar fray Pascual Saturio, al que se le notaría que es dominico incluso disfrazado de torero, por decir algo.

Pues así era fray José Luis Salido, un franciscano de la cabeza a los pies, incluso cuando no vestía el hábito marrón. Porque lo demostraba siempre en lo esencial, en el seguimiento del santo de Asís. Igual que se ha recordado tanto a Dora Reyes (una señora franciscana de espíritu, que se entregó a la causa de los más necesitados), así pasará con José Luis Salido Mateos. En la asistencia a los mayores de Cádiz, tanto en la Residencia Alvernia como en Fragela, ha sido un pionero y un modelo a seguir.

En la memoria se nos quedarán aquellas tardes de Lunes Santo, cuando el Nazareno del Amor y la Virgen de la Esperanza se daban una vueltecita para llegar a la calle Santiago Terry, donde los mayores esperaban. Era hermoso llevar amor y esperanza a aquellos que quizá la habían perdido, aunque nunca del todo, porque sabían que el padre José Luis siempre estaría a su lado.

Ha fallecido un Hijo Adoptivo de Cádiz, pero siempre quedará vivo el recuerdo de este fraile franciscano.

José Joaquíon León