EN Cádiz hay dos puentes: el nuevo y el viejo. Según los informes del Ministerio de Fomento, el puente viejo está viejísimo. Es una de las infraestructuras españolas que necesita más obras de mantenimiento. Es decir, Cádiz necesitaría que el puente viejo (o de Carranza) lo volvieran a construir nuevo. Si hubiera un alcalde como los de antes, pediría al ministro Ábalos (que es del PSOE de Sánchez), que construya otro puente para la Bahía. Y la gente hablaría del puente de Kichi. Y él podría poner imágenes bonitas, captadas con drones, en las pantallas LED que todavía funcionan para las farmacias de guardia y el tiempo. Pero pierdan las esperanzas. No tenemos un alcalde con amor a los puentes, y eso se le nota.

En Cádiz, sin embargo, interesan mucho. Es de lo que más se ha escrito en las últimas décadas. El segundo puente, o nuevo puente, o puente de la Pepa, o puente de la Constitución de 1812 se iba a convertir en un icono de Cádiz. Como el Golden Bridge, de San Francisco. En Vietnam inauguraron en junio otro Puente Dorado, que allí se dice Cau Vang, y que tiene la originalidad de dos manos que lo elevan. Se ha convertido en una atracción internacional. Al nuestro, sin embargo, lo ningunean. Anunció Antonio Sanz, cuando era delegado del Gobierno de Rajoy, que lo iban a iluminar de colores y hasta hubo protestas.

La ingratitud con el segundo puente se complementa con la vejez del primero. Todavía se llama puente José León de Carranza. Fue el alcalde que se empeñó personalmente en su construcción. El impulsor, como se decía en los tiempos de Teófila para el segundo. En realidad, el alcalde que lo intentó primero fue Ramón de Carranza, al que le pusieron el nombre del estadio, construido también en los tiempos de su hijo. Es decir, que en los tiempos de José León, en Cádiz se hizo un estadio y un puente. Y en los tiempos de Teófila, un nuevo estadio y un nuevo puente. Un alcalde o una alcaldesa que no deje otro estadio y otro puente se quedará en la insignificancia.

Al puente Carranza se le trata como si no existiera. Sólo se acuerdan cuando hay protestas del astillero de Puerto Real y lo cortan, y fastidian. Momentos de nostalgia. Aquel puente, cuando la ciudad se quedaba bloqueada, y nadie entraba ni salía, excepto que pasaras por San Fernando. Pues aquel puente se nos está haciendo mayor, y los informes son  preocupantes, sin ser alarmistas. No es que se vaya a caer, no, como pasó en Génova, pero tiene “patologías especialmente graves”.  La duda está en si hay que operarlo ya, a tiempo, o dejar que este puente termine incinerado en Chiclana.

José Joaquín León