ENTRE los okupas de Barcelona y el alcalde de Cádiz, hay que defender al regidor de todos los gaditanos. Entre la anarquía y la legalidad vigente, defendemos lo que es justo y necesario. Nadie olvida que el intento de frenar un desahucio fue su primera acción de gobierno. Pero no es un prevaricador. Para poner reparos, ya está la Intervención municipal, que sólo ha emitido 93 informes por posibles irregularidades durante el año pasado, con un montante de 13,5 millones de euros (por un poco menos se puede comprar el hotel del estadio); y en el caso de Barcelona se ha comportado como un valiente. A sabiendas de que dirían lo que están diciendo.

Pero Kichi no es un traidor a la causa del anticapitalismo y la okupación antisistema, sino que es el alcalde de Cádiz. Tampoco es el okupa del Ayuntamiento, igual que los fachas llaman a Pedro Sánchez el okupa de la Moncloa. Se okupa hasta donde es razonable, y depende de quién lo okupe. El jefe de los okupas de Barcelona es un tipo de cuidado. A su lado, los de Podemos son de ultraderecha, más o menos como Vox.

El hombre que ha puesto como los trapos a nuestro alcalde se llama Lagardier Danciu y es de origen rumano. Lo cual no se dice por xenofobia, sino por geografía. Es conocido en los círculos podemitas de Sevilla, por donde pululaba antes de okupar la Casa de Cádiz en Barcelona. Cómo sería que a los podemitas les parecía demasiado extremista, y a él los podemitas le parecían demasiado fachas. Ahora ha salido diciendo que Kichi es torpe, lo mismo que pìensan algunos en esta ciudad, pero por otro motivo: “porque ha elegido el camino de la represión”. Tampoco le ha gustado que Ada Colau le haya mandado a la Guardia Urbana de Barcelona para identificar al personal de la antigua Casa de Cádiz, donde ya no quedan gaditanos, esa especie en extinción.

En los medios de la derecha ahora dicen que Kichi ha traicionado a los suyos, pero Kichi se ha comportado en el cumplimiento de la legalidad y sin maldad. Quienes somos alérgicos al populismo (y preferimos la racionalidad del homo sapiens) no podemos caer en las tentaciones populistas. A ver si hay suerte, y se vacuna, y se cae del caballo como San Pablo. Las caídas del caballo a veces son milagrosas.

Por el contrario, nadie lamenta el penoso estado de la antigua Casa de Cádiz en Barcelona, ni tiene en cuenta que aún existe cierta responsabilidad municipal en ese edificio tan inquietante. Hemos pasado del Carnaval en el Liceu a los okupas en la Casa de Cádiz. Como esto se siga desangrando…

José Joaquín León