SER gaditano de Cádiz (que son los genuinos y verdaderos) tiene sus ventajas. Se vio en las colas del concurso del Carnaval. Desde el Ayuntamiento se ha explicado que pusieron las entradas a la venta en el Baluarte de la Candelaria, avisándolo sólo dos horas antes, para facilitar que llegaran antes los gaditanos desde sus domicilios. Según parece, aguardaban expectantes y atrincherados el momento de salir pitando al ataque de las taquillas. En la cola, haciendo guardia junto a los luceros, apenas había 20 majarones. Es verdad que hay que estar medio loco para soportar en la cola una amanecida con rasca. Hay que ser muy gadita para eso.

El sistema adoptado, en consecuencia, tiene como fin el beneficio del gaditano y la gaditana. Pueden salir corriendo a la taquilla, con muchas más posibilidades de llegar antes que los desgraciados que viven en San Fernando, Puerto Real y Chiclana, o incluso más lejos. Los del Río San Pedro, si aligeran por el nuevo puente que les lleva hacia Cádiz Norte, con suerte llegarán antes que uno que se subió al autobús en Cortadura o en Puntales. Pero no le van a pedir el carné para comprobar si es gadita de Loreto o turista de más allá del Río Arillo.

Los refugiados vais a ser bienvenidos, que es el apellido de un autor de comparsas, cuyos repertorios cantaba nuestro alcalde González. A él no le hace falta salir corriendo desde su pisito de la Viña, sino que lo ve desde el palco como autoridad que es. En las taquillas pusieron el 60% de las entradas para que se vea la realidad: el gaditano que no va al Falla es porque no le da la gana. O porque se acostumbró a verlo junto a Mirian Peralta y Enrique Miranda en Onda Cádiz. Los que se quejan lo hacen por vicio.

Lo que sobra en la taquilla de los gaditanos se pone a la venta para los de Internet. Esto es como la parábola del rico epulón, que resumo para los ateos: había un pobre llamado Lázaro, que comía las migajas que caían de la mesa de un rico. Cuando se murieron, Lázaro fue al cielo y el rico al infierno. Cuando el rico se quemaba con Lucifer vio de lejos a Abraham y le pidió que enviara a Lázaro, el de las migajas, con agua para refrescarlo. Abraham le dijo que tararí que te vi, con algunas consideraciones que no añado, pero podéis leer en Lucas 16, 19-31. Parábola bonita, de las que gustarán a los anticapis: el pobre es el bueno y el rico es el malo. Como siempre. En la taquilla, el gaditano es el rico y el forastero es el pobre.

Siempre os quedará Internet, no quejarse. Y no se sabe cómo en el Falla hay más pobres que ricos y más forasteros que gaditas.

José Joaquín León