LA visita tenía su morbito, en la víspera de San Valentín. Es la primera vez que un presidente de la Junta de Andalucía militante del PP visita en el Ayuntamiento a un alcalde de Cádiz militante de Podemos. Todavía la buena gente les sigue diciendo Juanma y Kichi, respectivamente, lo cual significa que los cargos no se les han subido a la cabeza. Total, si no sigue Kichi, entraría Juancho; o puede que Fran; o el de Ciudadanos, que quizá sea el otro Juanma, un suponer, porque no se precipitan. Aparte de los nombres, lo importante de estas visitas es la lealtad institucional, que todos se prometen. La Junta y Cádiz siempre han sido cono el perro y el gato, gobierne quien gobierne. Hasta cuando estaba de alcalde Carlos Díaz (y en la Junta ya había socialistas) se decía que sus principales enemigos eran los de su partido.

La visita del presidente de la Junta al alcalde de Cádiz se debe entender como protocolaria. Kichi recibió a Juanma vestido de alcalde bueno, con su corbata y todo. Después el presidente de la Junta visitó a Irene García, la presidenta de la Diputación, que es también la lideresa provincial del PSOE. Moreno Bonilla está visitando las capitales andaluzas. Empezó por Sevilla, siguió por Málaga y la tercera ha sido Cádiz. Sigue el orden del número de habitantes. De las provincias, claro; no de las ciudades, porque entonces hubiera ido antes a Jerez.

La gente es impaciente. La gente quiere que venga Juan Manuel Moreno y después de reunirse con José María González diga que mañana mismo va a empezar las obras del Hospital en los terrenos de la antigua Aeronáutica, y de la Ciudad de la Justicia en el solar de Tolosa Latour, donde algo habrá que hacer. La gente quiere que Juanma venga con el Museo del Carnaval debajo del brazo, cuando es un proyecto que se planteó en el siglo pasado, y nadie ponía ni un duro antiguo. En Cádiz es una proverbial costumbre que convide el otro.

Sin embargo, todo está confuso. Velad porque no sabéis el día ni la hora de votar. Dentro de cuatro meses, lo normal es que Juanma siga de presidente de la Junta. Pero nadie sabe con seguridad quién será el alcalde de Cádiz, ni la presidenta de la Diputación, ni el presidente del Gobierno. ¿Y si viene otro y no le gusta lo acordado? A ver.

Fijarse en la plaza de Sevilla, que no dejan de proponer planes, y nadie mueve un dedo. Lo único que funciona allí es la Aduana. En Cádiz prolifera una política de pedir favores a las otras administraciones; pero lo difícil no es llegar a acuerdos, sino cumplirlos. La vida se pasa en un bla, bla, bla.

José Joaquín León