A buenas horas quiere arreglar Martín Vila, como responsable municipal de Urbanismo, el guirigay que ellos mismos han contribuido a montar en Cádiz. Los últimos datos publicados revelan que estos cuatro años de Podemos y Unidos serán recordados por vender Cádiz en común para un turismo de medio pelo. El casco antiguo se ha convertido en escenario predilecto para operaciones especulativas, destinadas a ofertar más viviendas turísticas. En paralelo, los de Podemos y Unidos se han dedicado a torpedear proyectos hoteleros, y a poner trabas e inconvenientes. El resultado ahí lo tiene: los hoteles ya sólo aportan el 40% de la oferta de plazas para visitantes en Cádiz, mientras las viviendas turísticas suponen el 54%.

Esas viviendas que se dedican al turismo suponen, además, una distorsión del mercado inmobiliario en Cádiz. Por pensar en una política turística de extrema izquierda están haciendo una política social de extrema derecha, perjudicando a los gaditanos. El Ayuntamiento no ha sido capaz de crear nuevas viviendas sociales en este periodo. Y, para colmo, con su pasividad, se ha encarecido el mercado de alquileres mientras los propietarios retiran viviendas dedicadas al arrendamiento para reconvertirlas para el turismo. Precios más caros y peor oferta. Después se extrañan cuando la gente se va a otros municipios de la Bahía.

Supongo que no es por mala fe, sino por la incapacidad que demuestran en lo que gestionan. Así les sale al revés. No es que dejen hacer, no es que hayan permitido que el mercado privado siga su curso natural especulativo. Sucede que se han equivocado en el concepto del turismo que necesita Cádiz. Esta es una ciudad con buenos hoteles (se puede apreciar en las altas calificaciones de los buscadores, como Booking), pero son insuficientes para atraer más turismo de lujo. No abundan esfuerzos como el que hizo Pepa Díaz con su hotel temático de Las Cortes de Cádiz, que ahora está de efemérides sin procesión extraordinaria.

Por el contrario, si consultan en Internet, verán la proliferación de apartamentos y viviendas turísticas en lugares insospechados, singularmente del casco antiguo. Así el centro de Cádiz, por las noches, se está convirtiendo en un panteón de fantasmas. Porque sólo hay demanda para los pisos turísticos en determinados acontecimientos y fiestas, en verano y en fines de semana.

La siguiente consecuencia es el encarecimiento de los alquileres y la disminución de pisos ofertados. Sólo queda lo peor y a precios sobrevalorados. En una ciudad con crisis demográfica, se ha facilitado un desarrollo suicida de la vivienda y del turismo.

José Joaquín León