HAY que ver lo que cambia la vida de un siglo a otro. Lo pensaba al leer la crónica sobre el derribo de las murallas de Cádiz (un hecho acaecido el 3 de marzo de 1906), que publicó Diego Joly en el Diario recientemente. Aquello se vivió en Cádiz como un acontecimiento estupendo, un símbolo del progreso para una ciudad que se abría al mundo. Todavía no tenían en mente cambiar el PGOU de la plaza de Sevilla. Sin embargo, ahora uno de los argumentos que esgrimieron contra el hotel de Renfe es que taparía las murallas, o lo que queda, se entiende. Porque todo el frente del muelle se lo llevaron por delante a principios del siglo pasado.

Los señores que derribaron las murallas quedaron entonces como héroes. Eran nada más y nada menos que el alcalde Cayetano del Toro, con en el beneplácito de nuestro prócer Segismundo Moret, el de la estatua ambulante. Para el acto del derribo (que debió ser tan masivo como el de la Residencia Fernando Zamacola, pero más en fino) acudió la Corporación Municipal bajo mazas, que desfiló seguida de los estudiantes de Medicina y Comercio, sumados a la fiesta. En fin, una alegría de Cai, porque aquí la gente se apunta a todo, con tal que sea un cachondeo. Esto tampoco es nuevo.

Se publicó en el Diario algo que ahora no se podría. Había recordado Cayetano del Toro, en su discurso, que esas murallas habían servido “para rechazar a Drake y a Napoleón”, y añadió que “hoy no tienen utilidad y entorpecen la vida de la población”. Vamos, que si hubiera sido por él, derriba la Puerta de Tierra, ya puestos. Aunque lo más duro, vino después, cuando dijo que gracias al derribo: “Los terrenos que hoy ocupan las murallas servirán de hermosos paseos para las guapas gaditanas”. Esto hoy se vería de un machismo espantoso. ¿Es que las gaditanas feas no podían pasear? ¿Es que no hay gaditanos feos, e incluso feísimos, que también podrían pasear?

Bueno, no hay que ponerse así. En Cádiz no hay feos ni feas, diría hoy don Cayetano. A pesar de los pesares, a pesar de la fiesta que organizaron en Cádiz (con lanzamiento de cohetes) para el derribo de las murallas, a pesar de que dos obreros recogieron la primera piedra que cayó y la depositaron en una bandera de España (otro detalle curioso, ¿serían obreros fachas?), a pesar de todo eso, como digo, todavía nos queda algo de las murallas. Aunque ya veremos lo que pasa si siguen en el lamentable estado en que se encuentran. Probablemente, no habrá música, ni fiesta, ni será necesario derribarlas, sino que se caerán solas.

José Joaquín León