LAS mujeres van llegando a donde nadie se lo esperaba. Véase el caso de los astilleros de Navantia. Una mujer, Susana Sarriá, es la presidenta de la compañía. Pero me parece más difícil lo que ha conseguido otra mujer, Margarita Forné, de CCOO, que ha sido elegida presidenta del comité de empresa de Navantia en Puerto Real. No es la primera mujer que triunfa en los sindicatos. En Andalucía, UGT tiene como secretaria general a Carmen Castilla y CCOO a Nuria López. Pero las generaciones anteriores no hubieran imaginado que el comité esté encabezado por una mujer. Todavía en los astilleros 19 de cada 20 trabajadores son hombres.

El caso de Navantia es un ejemplo de la saludable transformación social que estamos teniendo en España. Las reivindicaciones feministas del 8-M tienen su parte buena, esto lo digo para los de Vox, que presentaron listas paritarias y situaron a mujeres como Rocío Monasterio en cargos de cierta responsabilidad. Pero en los astilleros llaman poderosamente la atención.

Susana Sarriá fue nombrada presidenta de Navantia, un cargo empresarial, pero también político. Es ingeniera de Montes y experta en calidad ambiental. Trabajó en la Junta, en los tiempos de la otra Susana, la señora Díaz, como directora del Centro Operativo para la Prevención de Incendios, en la Consejería de Medio Ambiente.

En las negociaciones de Navantia, encontrará como presidenta del comité de empresa de Puerto Real a la primera mujer elegida para ese cargo. Margarita Forné lleva 40 años en los astilleros y es jefa de proyectos IT. No debería ser noticioso que ocupe ese cargo, pero lo es. En el comité de empresa de Puerto Real lo normal era ver a Antonio Noria, un líder histórico del sindicalismo gaditano, que recientemente se ha prejubilado. En los tiempos duros de los astilleros, el comité saltó a la fama con la gestión de Antonio Noria y la que hacía Jesús Gargallo en el comité de Cádiz. La historia de CCOO en la Bahía no se entendería sin ellos.

En el siglo XXI, las circunstancias han cambiado. El mundo obrero del sindicalismo ha derribado los muros del machismo. Lejano queda el tiempo en que obrero era sinónimo de piropo, por no decir borderío. Ahora son ellas las que mandan, como está mandado. Es la normalidad. Pero hay que prevenir a las líderes de los sindicatos para que estén vigilantes. Sus enemigos no son los hombres, sino los robots. Tengan cuidado con ellos, que nadie sabe a dónde van a parar. Puede que algún día los robots  presidan los comités de empresa.

José Joaquín León