UNA de las asignaturas pendientes que le quedó al gobierno local de José María González Santos en Cádiz es la cultura. En los cuatro años anteriores, Kichi confió la delegación de Cultura a Eva Tubío, procedente de Ganemos (es decir, de IU). Su gestión fue muy negativa. También llegó un nuevo sectarismo cultural. Parecía que sólo había lugar y cuele para los amigos, afines y simpatizantes a la causa de Unidas y Podemos. Tan lamentable era este asunto que el alcalde Kichi cambió discretamente a la responsable de la cultura, que ahora es Lola Cazalilla. Su programa ideal debería ser, más o menos, justo lo contrario de antes.

Más allá de lo anecdótico, como la consideración del Carnaval como Cultura, hay otros problemas. Al Ayuntamiento se le vienen abajo los festivales y eventos de cierta importancia que organizaba. La diferencia entre el FIT del año pasado y el que organizaban cuando Carlos Díaz era alcalde resulta parecida a la que existe entre el Trofeo Carranza que inventó el hijo de José León de Carranza y el esperpento de este año. Sin llegar a tanto. Es un sucedáneo de lo que había. Pero no sólo afecta a los eventos principales, también a la cultura de base.

Así como el deporte de base es ignorado por el Ayuntamiento, que no sabe potenciarlo, con la cultura pasa lo mismo. Hay personas que realizan una labor altruista y quijotesca, que enseñan a jóvenes e intentan que se abran camino en disciplinas como el teatro, la danza y la música, entre otras. Sin embargo, tropiezan con el sectarismo habitual. Aquí se apoya más una ocurrencia surrealista de tres amigos que van de experimentales por la vida que a grupos de teatro clásico, música clásica, o danza clásica. En pintura y escultura, igual. Aquí desprecian todo lo que ignoran. Como escribió Antonio Machado, no saben distinguir las voces de los ecos.

Incluso en los tiempos de Franco, teníamos en Cádiz unas referencias. Un personaje tan poco sospechoso de facha como Fernando Quiñones lidió con el régimen de entonces para abrir caminos con el Alcances verdadero. En paralelo, surgían en Cádiz grupos de teatro de todo tipo y de ideas variadas. Desde los que preparaban autos sacramentales con Segura a los que llegaron a tener un director próximo al Grapo.

Hoy se podría decir que dedicarse a la cultura en Cádiz es llorar. O estrellarse contra los molinos de la incomprensión. Sólo se cuida a la cantera del Carnaval, que también es importante, pero no puede ser la única referencia de la Cultura verídica.

José Joaquín León