EN la muerte de Manolo Santander, no ha quedado claro si es más importante como chirigotero o como cadista. Por eso, a muchas personas les parece oportuna la iniciativa de que su pasodoble “Me han dicho que el amarillo” sea proclamado oficialmente como Himno del Cádiz CF, y que así conste para la posteridad. Porque no se trata sólo de una copla inolvidable. Ese pasodoble nació (y llegó hondo a los cadistas) en un momento histórico. Su chirigota ‘La familia Pepperoni’ lo cantó en 1998, casi en el fin de siglo, que fue convulso y muy ajetreado para el Cádiz. Como aquí no hay memoria histórica ya no se acuerdan, pero entonces el club estaba más pallá que pacá, arruinado, y con ilustres gaditanos sondeando el terreno para que el Cádiz CF desapareciera, para empezar en Regional con otro club.

A mí mismo, cuando llegué como director al Diario en octubre del 98, me sondearon para que apoyara ese objetivo. La respuesta fue no, sino todo lo contrario: el Diario contribuyó a salvar al Cádiz CF de la desaparición. En esa coyuntura ya había surgido el pasodoble de Manolito Santander, que era como un quejío, como un grito desesperado, para que valorasen lo que significaba el Cádiz: el sentimiento, la ilusión, el alma de una afición que estaba detrás.

En aquellos años duros, en el fin de siglo XX y principios del siglo XXI, vi muchas tardes a Manolo Santander en las antiguas gradas de Tribuna, de donde era abonado. Desde que aprobaron las sociedades anónimas deportivas, a principio de los 90, fue la perdición del Cádiz. Era el fin de Irigoyen, otra época para el club. Después de muchas adversidades, en el siglo XXI, el Cádiz sólo ascendió a Primera una vez, en 2005, cuando lo presidía Antonio Muñoz. Pero no pudo consolidarlo. El Cádiz volvió a las penurias y se hundió en la Segunda B.

Por eso, no entiendo los delirios de grandeza de un sector de la afición, con una exigencia como si el Cádiz viniera de la Liga de Campeones. A pesar de los enfrentamientos entre Manuel Vizcaíno y Quique Pina, el Cádiz es otro club desde que entró Locos por el Balón. Nadie lo debe olvidar, porque el Cádiz venía de la miseria, de la ruina, de una suspensión de pagos y de la administración concursal. Nada que ver con el presente, cuando es líder de Segunda A y algunos protestan. Pero también estaría por ver qué sería del Cádiz sin aquel grito, sin el zamarreón, en forma de pasodoble, que se sacó del corazón un gaditano llamado Manolo Santander. Quizá por la revelación de un espíritu santo que se vistió de amarillo.

José Joaquín León