SIN entrar en consideraciones ideológicas ni políticas, el guirigay que tiene montado el alcalde de Cádiz con sus concejales es sorprendente. Han pasado menos de cinco meses desde que tomaron posesión. En este tiempo ha dimitido una, Teresa Almagro, por no poder hacer nada, mientras otro, José Ramón Páez se le ha ido (unos días sí y otros no) de profesor sustituto a Sevilla, en busca de un futuro laboral mejor. Con ello también ha dado un mensajito curioso: estar de profesor sustituto temporal en la Facultad de Económicas de la Universidad de Sevilla es mejor, a su juicio, que ser el responsable de la Economía y la Hacienda, con dedicación exclusiva, en el Ayuntamiento de Cádiz. Por no hablar del lamentable deporte local, que también le habían adjudicado.

Y en esas llegó Fidel, digo Paco Cano, el siguiente de la lista. Como era asesor cultural, se temía que le dieran Cultura y rompieran uno de los proyectos estelares de Kichi: la unificación de las Fiestas y la Cultura, al servicio del folklore del pueblo, en la persona de Lola Cazalilla, una concejala que cae bien incluso a sectores precavidos, como son los carnavaleros y los cofrades. El recambio ahí hubiera sido mortífero. Por lo cual, a Paco Cano le han dado Participación Ciudadana, los Distritos, Patrimonio y un puesto en el consejo de administración de Onda Cádiz, que es lo principal que recibe.

Se lo ha quitado a otra concejala, Lorena Garrón, que a cambio asume Bienestar Animal, con lo cual se está diciendo bastante. No suficientemente contentos, han cambiado más cosas, como los contratos para Ana Fernández, a ver si funcionan mejor. Está dando la impresión de que no hay un equipo compacto, ni ideas claras. Las delegaciones sobreviven, en la medida de lo posible, gracias a los funcionarios, que ejercen como héroes del Ayuntamiento de Cádiz.

Sorprende, porque en este último mandato (según se puso Kichi el listón), Adelante o Unidas Podemos tiene más concejales, 13, y está al borde de la mayoría absoluta, que le aporta el PSOE de Mara con generosidad cuando lo necesita. Y porque en la lista había incluido a personas más preparadas, con carreras universitarias terminadas y todo, que en teoría aportarían más experiencia para la gestión municipal. No han pasado ni cinco meses cuando ya tiene una espantada y media. A esa velocidad le pueden dimitir ocho concejales en cuatro años, y alguna espantada más si encuentran un trabajo mejor. Ser concejal en el Ayuntamiento de Cádiz empieza a ser tan atractivo como vender helados en el Polo Norte.

José Joaquín León