ME ha gustado mucho esa foto de nuestro alcalde Kichi, el de Podemos, abrazando a Jesús Maeztu, el Defensor del Pueblo Andaluz. Con esa foto, y con la de la penitencia del Nazareno del año pasado, se nota que él no es tan rencoroso como Pablo Iglesias, ese hombre que tan poco honor hace a su apellido. Jesús Maeztu, en los años de la Transición, fue párroco en el Cerro del Moro, donde desarrolló una gran labor. Muchas personas no lo saben, o lo han olvidado (y a los jóvenes se lo cuentan manipulado), pero en los años de la Transición, la izquierda gaditana se nutrió, en una parte, del clero y de los seminaristas.

Cuando se habla caricaturescamente del papel de la Iglesia católica en el franquismo se suele vincular sólo con el nacional-catolicismo. A veces se olvida, con mala intención, que en la Transición fue importante la participación de muchos católicos españoles. Años en los que la ultraderecha escribía en las pintadas: “Tarancón al paredón”. Pues Tarancón era el jefe de los obispos españoles. En Cádiz teníamos a Antonio Añoveros, un obispo al que algunos calificaron como próximo a ETA cuando lo destinaron a Bilbao. En aquellos tiempos, Juan XXIII fue un Papa como Francisco, pero con más salero. Y Pablo VI también, pero más soso.

En aquel Seminario diocesano cumplió una gran labor José Antonio Hernández Guerrero, que con el tiempo también se secularizó. Aunque no para dedicarse a la política, sino a la Universidad. A la política se dedicaron otros. Casi todos los curas y seminaristas de la época que tenían tendencias de izquierdas se afiliaron al PSOE. Entre ellos estaba Gregorio López, que fue concejal en la candidatura que encabezó Carlos Díaz en 1979. Julio Ramos, letrado de la Diputación en aquellos años, me recordaba que hubo siete diputados provinciales con pasado de seminaristas. Sólo les faltó formar un grupo propio.

En los primeros años 70, los seminaristas de Cádiz se iban a Salamanca a completar sus estudios. Uno de los que fue, Rafael Román, me dijo que aquella decisión había sido buena para ellos, pero desastrosa para la diócesis, porque bastantes se salieron, como él mismo. Para el PSOE (y esto lo añado yo), la operación de enviarlos a Salamanca fue espléndida. Ramón Vargas-Machuca se casó allí con una salmantina, Josefina Junquera, y se vino a Cádiz, donde ella también fue concejala socialista.

Guste o no a los ateos y a la izquierda ultra, la Iglesia es uno de los pilares sobre los que se construyó la democracia en España.

José Joaquín León