LA buena gente se divide entre los que opinan que los ciclistas y sus asambleas tienen razón, porque no se puede circular por un carril bici con charcos; y quienes dicen que son unos señoritos disfrazados de ecologistas. El ciclista está crecido, es el amo de la pista, como en el anuncio antiguo del Cola-Cao, y quiere que el carril esté perfecto. Se quejan porque no tiene bien construida la pendiente de drenaje para evacuación del agua, que se concentra en el carril (y donde no es el carril, depende de lo que llueva). Se lo han pedido a la Junta. Con lo cual se ha descubierto que el carril bici lo hacen el Ayuntamiento y Martín Vila para lo bueno; pero también lo hizo la Junta, y ahora está Mercedes Colombo, para lo malo. Por ejemplo, Mercedes tiene la culpa de que se formen charquitos cuando llueve, mientras ella le pide a Martín Vila que vaya retirando los badenes, donde al parecer no se forman charcos.

El carril bici está en Cádiz, que es una ciudad malísima para los días lluviosos. Depende, por supuesto, de la intensidad de la borrasca, la dana, o lo que sea. Cuando llueve de verdad, no sólo se inundan los carriles de bicicletas, sino también la calzada para los coches y la acera para los peatones. Ser paseante, en un día de lluvia, por zonas abiertas al tráfico, es peligroso. Se corre el riesgo de que llegue un nota a velocidad alta (no atajada por el badén) y deje al peatón como si fuera el dios Neptuno después de una zambullida en la Caleta.

En Cádiz, cuando llueve de verdad, no sólo se forman charcos en los carriles para las bicicletas. La calle Cristóbal Colón y parte de San Francisco aparecían como Venecia después de la marea alta. Faltaban las góndolas. La culpa era del pozo de tormentas de San Juan de Dios, según decían, y lo arreglaron hasta la próxima. Antes, en los tiempos de Carlos Díaz, era peor. Siempre que llovía se inundaban Loreto, La Laguna y casi todos los barrios de Cádiz. Pero los carriles para bicis, no; porque no había ninguno, y cada ciclista se buscaba la vida y se jugaba el pellejo por las avenidas gaditanas.

Nunca llueve a gusto de todos y todas. En 2050, cuando las olas arrasen las playas gaditanas, y no quede un chiringuito (ni en invierno, ni en verano), yo creo que también se inundarán los carriles para bicicletas. Puede que entonces tengamos carriles para taxis-góndolas, y la línea 1 de autobuses urbanos de Tranvías sea cubierta con catamaranes, o con el Vaporcito del Puerto.

Así que está muy bien arreglar el carril bici para que no tenga charquitos, pero será pan para hoy y agua para mañana.

José Joaquín León