LA gente cree que es una inocentada a destiempo, pero es verdad. El PSOE, a través del Ministerio de Fomento; el PP y Ciudadanos, a través de la Junta de Andalucía; y Unidas Podemos, a través del Ayuntamiento de Cádiz se han puesto de acuerdo en algo: en hacer un museo. En contra de lo que pudieran suponer, no se trata de la ampliación del Museo de Cádiz (el de la Plaza Mina), donde plantean obras menores y el proyecto sigue frenado desde el siglo pasado, sino el Museo del Carnaval. Las obras en el Palacio de Recaño (donde estuvo el colegio de la Torre Tavira y el Conservatorio) ya han salido a licitación, y se supone que estarán terminadas en un año y medio, o puede que antes. Es cierto que en los tiempos de Teófila también dijeron algo parecido, con aquel proyecto de Rafael de Giles en la plaza de la Reina viñera, pero esta vez parece que será la buena.

Como es lógico y natural, hasta que no veamos las invitaciones para la inauguración hay que ser prudentes. Este museo es como el otro, y también viene del siglo pasado, de cuando José Antonio Valdivia estaba de presidente de la Asociación de Autores del Carnaval. Este museo no tiene detrás sangre, sudor y lágrimas, como diría Churchill, pero ha sido para llorar, no se sabe si de pena o de risa. La concejala Lola Cazalilla (a la que se considera la sonrisa del régimen municipal), después de serle adjudicadas las áreas de Cultura y Fiestas, puede pasar a la historia del Carnaval como la que consiguió abrir ese museo. Por supuesto, con el impulso de su líder y alcalde, José María González Santos, que organizó unas visitas guiadas al palacio de Recaño cuando allí no había nada, y lo enseñó a las fuerzas vivas carnavalescas con la fe del vidente, como si fuera una aparición del dios Momo.

El museo estará justo al lado de la Torre Tavira y su Cámara Oscura. Se debería consagrar como un espacio cultural y turístico de referencia. El proyecto incluye cuestiones discutibles. Es dudoso que el espacio expositivo permanente sea suficiente. Sólo le dedican la primera planta, mientras las exposiciones temporales irían en el patio. Está bien que disponga de tiendas de recuerdos, como casi todos los museos, y un teatro de aforo reducido para algunas actuaciones. En cuanto a la cafetería, vale, aunque ya hay otras cercanas en ese entorno de la Plaza, y no aporta nada. También valdría una máquina de refrescos.

Una vez que se pone en marcha el proyecto, no se olviden del otro, el de la plaza de Mina, que se llama Museo de Cádiz. A ver si nos sorprenden con otro consenso.

José Joaquín León