EL Gobierno ha presentado otro plan. Si hace unos días fue aprobado el ingreso mínimo vital, que supondrá a las arcas públicas un gasto de 3.000 millones, ahora han destinado 3.750 millones para el plan de apoyo al automóvil. Esto parece el ingreso mínimo del sector de la automoción. La táctica es la misma. Primero los arruinan y después organizan un plan para aliviarlos de la ruina. Pedro Sánchez puso mucho énfasis en este plan, quizá porque Nadia Calviño le habrá recordado que el automóvil es un sector que mueve el 10% del PIB y el 19% de las exportaciones en España. Y claro, si piden que los de Nissan se queden en Barcelona, no van a seguir puñeteando a los coches.

Conste que la ruina viene de antes del coronavirus. En julio de 2018 la ministra Teresa Ribera dijo que los coches de diésel “tienen los días contados”; y se les quedó un stock inservible, porque a ver quién es el tonto que se lo compra al concesionario. Después empezaron a potenciar todo lo que no era un coche: el transporte público que es lo ideal excepto para el contagio, la bicicleta con sus carriles, los patinetes saludables para el que no resulte arrollado, el velocípedo de Torrot que se ausentó de la Zona Franca de Cádiz sin dejar señas. Todo igual. El coche mayormente sirve para pagar impuestos, como los ricos.

Pero ahora han descubierto que hay coches innovadores, saludables, tecnológicos, fantásticos y ecológicos. Coches que no son como los de antes, con sus humaredas y sus atascos de asco. Coches que se conducen solos, algunos construidos por multinacionales como las que cierran sus fábricas en Barcelona, donde sigue perdiendo empresas gracias a Quim Torra y Ada Colau, dos grandes genios de los negocios. Aquello se parece a Cádiz, sin ir más lejos.

Volviendo al apoyo al sector del automóvil, los coches de ahora no son como los de antes. Son eléctricos, aunque sigue habiendo gasolineras. Algunos se conducen solos, como el Tesla con el piloto automático, que te aparca el coche aunque tú no sepas hacer la L a la derecha ni a la izquierda. Deberían montar otro plan de apoyo a las autoescuelas, porque si el coche se conduce solo ya me dirán. Y si no se dan leñazos, a ver cómo van a sobrevivir las compañías de seguros.

Al final no habrá dinero suficiente para tantos planes, ya que arruinarán a todos. Y a ver cómo convencen a la gente pobre de que tener un coche es maravilloso. Eso es lo mismo que hicieron en los tiempos de Franco con el Seat 600, símbolo del progreso. Se nota que no hemos cambiado tanto.

José Joaquín León