LA ciudad de Cádiz se ha convertido en el emporio del orbe para las personas llamadas sin techo. Ese nombre de por sí ya es indigno, además de un eufemismo, porque se refiere a personas sin hogar, que deben dormir y pasar el día en plena calle, y que no tienen otras posibilidades. Personas dignas de respeto y compasión, la mayoría con muchas historias tristes detrás. Sin embargo, lo de sin techo suena como acampada al aire libre, como si Kichi (antes del permiso) hubiera convertido Cádiz en un gigantesco camping urbano, donde incluso ponen sus tiendas de campaña. Van rotando y ampliando el territorio: en los bajos de la Caleta, en el mirador de Santa Bárbara, junto la fuente de las tortugas, en las bóvedas de Santa Elena, en el parque de la Telegrafía sin Hilos, en el foso de las murallas (la zona BIC), o debajo del nuevo puente de la Constitución de 1812.

Esas personas sin hogar son el ejemplo vivo de un gran fracaso. Es una población flotante, o pululante. Algunos creen que existe un efecto llamada. Los sin techo llamarán a otros sin techo de por ahí, y les dirán: “Oye Paco, vente pa Cádiz”. Y siguen proliferando.

A tal nivel se puede llegar que en Cádiz vivirán más personas sin que con. Más sin techo que con techo, si no buscan soluciones. Los gaditanos que viven a cubierto se van casi todos: unos al otro barrio, cuando palman; otros a municipios cercanos como San Fernando y Puerto Real, donde los pisos son más baratos; los jóvenes a emigrar donde puedan trabajar… Y así van quedando menos personas con techos.

¿Y no hacen nada para evitarlo? El Ayuntamiento de Cádiz abrió en marzo el centro “de alta tolerancia” (así se denomina) Fermín Salvochea, que fue inaugurado por Kichi y la concejala Helena Fernández. Es un centro de día, que no ha solucionado los problemas de la noche. El Ayuntamiento también elaboró un censo de personas sin hogar (les salieron 103, pero hay muchos más), donde se estimaba que la media de estancia callejera es de más de tres años por persona. Por lo tanto, el Ayuntamiento sí conoce este problema y su alcance, pero no es capaz de solucionarlo.

A eso se suma que la política de viviendas sociales en Cádiz es la peor que se recuerda en la democracia. Con lo cual, el drama de las personas sin hogar, se junta con el de las personas que no pueden acceder a una vivienda digna. Kichi y Martín Vila despachan estos problemas con la demagogia de echar las culpas a los pisos turísticos. Mientras Cádiz se empobrece, y vemos escenas que se parecen cada vez más a los suburbios de las ciudades míseras del tercer mundo.

José Joaquín León