EN esta pandemia los partidos políticos han perdido prestigio y credibilidad, por su demagogia y populismo. Pongo un ejemplo reciente, como se podría incluir otros. El PSOE gaditano, por medio de su portavoz, Mara Rodríguez, pidió al Ayuntamiento gobernado por Kichi que permitan que las terrazas puedan quedarse montadas desde las 18 a los 20 horas (cuando debían cerrar según las normas de la Junta, gobernada por PP y Ciudadanos), y lo justificaba porque “parece que las medidas de la Junta de Andalucía están especialmente encaminadas en castigar al sector hostelero”. No hará falta, porque ayer la Junta se enterneció y permitirá abrir “a las cafeterías”, aunque mantiene la prohibición de vender bebidas alcohólicas en ese horario.

Por un puñado de votos (supongo que de los empresarios de hostelería, camareros y clientes acérrimos) se puede incurrir en incoherencias semejantes. Al mismo tiempo que el ministro Salvador Illa está pidiendo a las autonomías que endurezcan las medidas y se las replanteen. Y justo cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha puesto en cuarentena tras un almuerzo con un colega, el presidente francés Emmanuel Macron, que ha dado positivo.

Nadie sensato puede pensar que la Junta de Andalucía o el Gobierno de España adoptan medidas sádicas “para castigar al sector hostelero”. No es un castigo. Es verdad que la culpa no es de los hosteleros, que no tienen una policía a su cargo para sancionar a esa parte de sus clientes que incumplen las normas. El problema consiste en que demasiadas terrazas (y algunos interiores de bares) funcionan como espacios de impunidad. No de inmunidad, sino de impunidad. Incumplen normas básicas: no ponerse la mascarilla cuando no están comiendo ni bebiendo, sino en tertulias de larga duración; no guardar las distancias de seguridad; sentarse enfrente, desde donde envían más fluidos; reunirse sin protección varios no convivientes, etcétera. Todo el mundo sabe que de 18 a 20 horas no sirven almuerzos ni cenas. A esas horas la mayoría de restaurantes estaban cerrados (por decisión propia) antes de la pandemia. A esa hora sólo abrían las cafeterías para las meriendas. Pero hay que frenar lo que ahora se ve desde las 16 a las 18 horas: el trago largo y la copa de balón, el estar alegre y bajar la guardia.

Digan las cosas claras para controlar mejor la pandemia. A más horas de cierre de bares baja la movilidad y hay menos contagios. Está demostrado. Hay que decirlo, aunque tiene un coste y es triste. También es triste buscar votos a lo cutre y llenar los hospitales.

José Joaquín León