ES inaceptable que insulten a una persona por el color de su piel, sea blanca, negra, amarilla, roja, cobriza, o lo que sea. Igual de inaceptable es que insulten a una persona por su etnia, por su país de origen, o por su ciudad de nacimiento. Incluso es inaceptable que insulten a una persona, en general, y le digan “hijo de puta”, aunque no le digan “blanco de mierda”. A partir de ahí, sería condenable que Juan Cala le dijera a Diakhaby lo que dicen que le dijo. Pero nadie lo ha oído. Porque ese es el problema: se trata de la palabra de un futbolista, que lo afirma, contra la de otro, que lo niega. Ni el árbitro, ni los auxiliares, ni el VAR, ni ningún jugador del Cádiz, ni tampoco ninguno del Valencia lo oyeron. En las imágenes de televisión, al menos en las ofrecidas, tampoco se aprecia, y el que habla primero parece que es Diakhaby. No se trata de convertir a una víctima en culpable, pero tampoco se puede condenar a nadie sin pruebas, por una frase supuesta.

Es muy raro lo ocurrido, y más con los antecedentes de los implicados. Juan Cala, antes de llegar al Cádiz, había jugado en nueve equipos de cuatro países, entre ellos el Sevilla y el Getafe en Primera. Es un futbolista veterano y experto, que desde que viste la camiseta amarilla no ha sido conflictivo, ni había protagonizado incidentes. Tampoco es racista, pues como ha explicado incluso ha viajado a Guinea por causas humanitarias. Sin señalarlo, ni culpabilizarlo, también se sabe que Diakhaby es un futbolista de moral frágil y tendencia a cometer errores gruesos, que costaron puntos y eliminaciones al Valencia: penaltis absurdos, dos tarjetas en dos minutos, una expulsión con agresión y bronca...

No se puede prejuzgar, pero tampoco olvidar, cuando es la palabra de una persona contra la de otra. Condenar sin pruebas es propio de cierta ideología, como se ha visto con Pablo Iglesias, Echenique y Errejón, a los que estorba el Derecho. Pero mientras no se demuestre lo contrario, nadie es culpable de nada. Y cuando se demuestra, si se diera el caso, debe recibir un castigo proporcional.

Estamos construyendo una sociedad basada en la hipocresía. En los telediarios donde han lapidado a Cala apareció ayer la noticia del juicio de una joven violada en Sabadell por tres individuos. Pusieron las declaraciones de la muchacha, donde narraba todos los detalles del calvario que sufrió. Y luego criticaron al fiscal por las preguntas. ¿Y a los que programaron eso en el telediario de TVE no los critica nadie? Se pudieron ahorrar el morbo.

Este país es así: se escandalizan por algo que nadie ha escuchado, mientras se revuelcan en la mierda de verdad.

José Joaquín León