EN este país las vacaciones de verano son sagradas. En otros países las vacaciones no se concentran en agosto. Antes de la pandemia te encontrabas grupos de turistas chinos en febrero o en octubre. “Tienen costumbres raras, como su año nuevo chino, o sus fiestas de la revolución de octubre”, nos explicaban. No es como aquí, que cristianaron los solsticios, y el año dura un año, y los santos se celebran en sus días, y la Virgen marca el puente de agosto, cuando sólo trabajan los camareros y las kellys. Y así hasta el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se fue de vacaciones a Lanzarote, y pasó de todo, y dejaron de ministro de guardia a Fernando Grande-Marlaska, que lo mismo devolvía menores a Marruecos (de donde vinieron engañados para ver a Cristiano Ronaldo en Ceuta, según dijeron entonces) que soltaba unas palabritas sobre el incendio de Ávila o cualquier desgracia que ocurriera.

No sólo ha estado de vacaciones el Gobierno, menos Grande-Marlaska, sino también la oposición del PP, con Pablo Casado en Twitter (es lo más cómodo) y con algunos meritorios, como Pablo Montesinos, criticando al Gobierno por irse de vacaciones. Como todos los políticos en agosto. Como todo el país (menos los camareros y las kellys). Como el mismísimo Rey…

El Rey era, tradicionalmente, el que marcaba el comienzo de las sagradas vacaciones de agosto. En los tiempos de Juan Carlos I, se iba al Palacio de Marivent, en Mallorca, donde recibía al presidente del Gobierno y a las autoridades locales. Era como el pistoletazo de salida para que empezaran las regatas por la Bahía de Palma y los demás a huir. Ahora ha huido el propio Rey emérito, que está en los Emiratos, como si fuera un Rey afgano, ya que es allí a donde primero llegan. Y en Qatar es donde EEUU pactó la huida con los talibanes.

En agosto todos los pudientes han huido de vacaciones. En algunos hoteles andaluces la ocupación es mayor que en 2019. Los toques de queda de verano han empezado a las dos de la madrugada. ¡Pues vaya horas! Ya no eran a las diez de la noche, como en el frenesí del estado de alarma. Ni a las doce, como el día que Cenicienta perdió el zapato, y no se le ocurrió volver a recogerlo para irse de botellón y darle un zapatazo a un policía municipal.

Y ya nadie habla de la pandemia, que es de mal gusto. Ni de los muertos del Covid que todavía mueren. Ni de las terceras dosis. Ni de las quintas olas, sólo las de la playa. Menos mal que los ministros y Pedro Sánchez han vuelto. Ya salen en las fotos saludando a los afganos y arreglando España para que venga Mbappé.

José Joaquín León