LA nueva normalidad será recuperada plenamente mañana en Cádiz, cuando salga a la calle la última confinada. La Virgen del Rosario no irá en su paso, sino en unas andas, pero será igual, o parecido, porque presidirá una procesión, con cortejo de acompañamiento y representaciones, con las cornetas y tambores del Rosario abriendo camino, y con la música del Maestro Dueñas cerrando con sus marchas. Como tantas veces, como aquellos años, cuando el 7 de octubre, fiesta local en Cádiz, era un día de regocijo para venerar a la Patrona. Por culpa de la pandemia se quedó sin salir en 2020. Han pasado casi dos años sin procesiones en las calles gaditanas. Y la primera será Ella, que saldrá de Santo Domingo, como la Madre que acude al reencuentro con sus hijos, que sólo han podido verla en su casa del Santuario.

Atrás queda un tiempo duro. Atrás quedan las personas que no podrán verla en las calles porque ya están a su lado, las víctimas de las que sólo se acuerdan sus familiares. Atrás quedan los días de sufrimiento, los encierros, el miedo a lo desconocido, las dudas y los recelos por el riesgo de los contagios, la esperanza en un tiempo mejor, las vacunas y los tratamientos, los remedios medicinales. Y también la necesidad de recuperar las ilusiones y vivir la vida de otro modo, sin olvidar lo ocurrido, pero sabiendo que no hay males eternos.

Y la fe, que se podía fortalecer o entibiar, que se podía incluso perder por los sufrimientos cuando no se afrontan con la conciencia de nuestra debilidad. La fe se mantuvo entre quienes acudieron ante la Patrona en este tiempo difícil, para confortarse con las oraciones y para pedir a la que siempre ofrece su amor para superar lo peor de las calamidades. En Santo Domingo, confinada pero no olvidada, permaneció durante dos años. Y ya vuelve a salir la Virgen del Rosario, la que se acercó a Puntales en barco, la que acudió hasta las parroquias de San José o La Laguna, la que recorrió todas las iglesias de Cádiz, la que fue a ver a la Virgen del Carmen como la Virgen del Carmen fue a verla, la que siempre salía a tu encuentro, por el casco antiguo y por los extramuros.

Las tardes aciagas de calles solitarias, el viento que soplaba en las esquinas de Santo Domingo para disimular los silencios, la nostalgia que se quedaba prisionera entre los recuerdos, la impotencia de saber que el tiempo huye, los sueños truncados que ya no se cumplen. Todo eso se queda atrás. Volverá a ser 7 de octubre, volverá la alegría, y Rosario saldrá a las calles de Cádiz. La última confinada abrirá las cerraduras de la vida.

José Joaquín León