LA autopista Sevilla-Cádiz ha cumplido 50 años. Aunque, en realidad, no es exactamente así. El 5 de noviembre de 1971 se abrió el tramo Puerto Real-El Cuervo, mientras que el tramo El Cuervo-Dos Hermanas fue inaugurado en enero de 1972. Al principio, había tres peajes: el de Las Cabezas de San Juan, el de Jerez y el del puente Carranza. Ahora no hay ninguno. Veremos por cuánto tiempo, se supone que hasta 2024, según el compromiso con la UE. Desde que lo festejó en diciembre de 2019 el entonces ministro de Fomento, José Luis Ábalos, estaba claro que es un rescate temporal. Pasado un tiempo, volverá el peaje en esa autopista. Cualquiera que haya viajado por Europa sabe que las autopistas gratis no abundan. Hay peajes en países más ricos, como Francia, Alemania o Bélgica, por citar algunos. Y en otros de nuestro nivel, como Portugal. Incluso hay peajes en países comunistas (en teoría), como China. Y digo más: quedan peajes en España. Por ejemplo, en el entorno de Madrid. La AP-61, de Madrid a Segovia (con distancia similar a la Sevilla-Cádiz), cuesta entre siete y ocho euros.

Por supuesto que es estupendo ahorrarse unos euros (que pueden ser un dinerito curioso al cabo del año) entre Cádiz y Sevilla, o entre Sevilla y Cádiz. Por supuesto que es una golosina. Pero tiene consecuencias. El mantenimiento de una autopista es caro. Y en la AP-4 ya se notan las consecuencias de la gratuidad. La conservación es peor que cuando estaba a cargo de la empresa concesionaria. Al ser gratis, están circulando más vehículos, entre ellos más camiones, y eso influye en el creciente deterioro. Entre los kilómetros 30 y 60, en ambas direcciones, hay tramos peligrosos plagados de baches.

No voy a entrar en el debate ideológico de si es más progresista que el mantenimiento de las carreteras se pague entre todos los españoles, o sólo por quienes las usan, como parece más lógico. Lo normal debería ser que se cobre peaje en una autopista siempre que exista otra vía alternativa gratuita. Entre Cádiz y Sevilla, lo ideal sería disponer de una autovía gratis (la A-4) y una autopista de peaje (la AP-4). Como ocurre en la Costa del Sol malagueña con la AP-7. Como ocurre en los alrededores de Madrid, para ir a Toledo o Segovia. Como ocurre en otros lugares de España. Como ocurre en el Algarve y en otras autopistas de Portugal. Como es habitual en gran parte de Europa...

A cambio de pagar, hay que exigir un mantenimiento perfecto de las carreteras. Porque ahora estamos cerca de que las autopistas sin peaje se conviertan en vías peligrosas y propicien más accidentes de tráfico.

José Joaquín León