POR asuntos de inferior importancia se piden cabezas (políticas) en este país. Ha sido un bastinazo gordo de TVE. Eurovisión confirmó que nos han mentido. Se suponía que para ganar era imprescindible enviar a una señorita con sus encantos a la vista, o un travesti con barba, o un friki que llamara la atención, o cualquier mamarracho. Y cantando en inglés; porque el español, a pesar de ser la segunda lengua del mundo, no es comercial. Y aún así, incluso con todos los ingredientes, sería imposible mejorar un sexto puesto. ¿Saben por qué? Porque los eslavos y los escandinavos se votan entre ellos, con esas rimas sencillas que tienen. Así las cosas, cantó el gallo y se montó un pollo. Presentaron una canción para surferos, para pijos, o algo de eso. Y pasó lo que pasó.

Una vez más, se insinúa que en Europa nos odian. Se viene diciendo desde Franco. Los jurados dejaron a España en último lugar y con cero votos. Ridículo sin paliativos. Los locutores de TVE no sabían qué decir y no dijeron nada, se retiraron y adiós. La penúltima fue Alemania. Una mala noche para Angela Merkel y Mariano Rajoy. Aunque ellos no se presentaban a dúo en las elecciones de Eurovisión, España y Alemania han quedado a la cola de Europa. Como si hubieran votado los indignados.

Por el contrario, nuestros vecinos de Portugal ganaron por vez primera. Se nota que allí no manda Rajoy. ¿Alguien ha visto a Maduro criticando a Antonio Costa?  En Portugal, el Partido Socialista ha cumplido el sueño de Pedro Sánchez: gobernar con los votos de los comunistas y los insumisos, sin quedar primero en las elecciones. Hicieron justo lo contrario de España. Por eso, ellos han sido primeros y nosotros últimos.

Enviaron a un muchacho, Salvador Sobral, que no se parece en nada a Cristiano Ronaldo (no es ni la décima parte de chulo), pero ha ganado el micrófono de oro. Con una canción en portugués, un idioma bonito del que no se avergüenzan los portugueses. Con una balada intimista. Y el muchacho  y su hermana la lista, tan sencillos, como los jóvenes de nuestros barrios.

Salvador tiene una historia preciosa: es un joven enfermo que necesita un trasplante de corazón. Fue becario en Mallorca, y se dedicaba a cantar por los garitos de Barcelona. No hizo el ridículo como Manel, el catalán malo, sino que ganó un festival del sistema que no había visto en su vida.

En verdad lo digo: sería mejor enviar a Europa a un dúo, trío, o cuarteto de nuestros mejores comparsistas. Si ya cantaron con fecha fija en el Liceo de Barcelona, podemos en Eurovisión. Y seguro que no iban a quedar peor que Manel Navarro.

José Joaquín León