EL Pleno municipal de Cádiz aprobará hoy los nombramientos de cuatro hijos adoptivos, cuatro hijos predilectos y una Medalla de Oro de la ciudad. Así como en otras ocasiones he criticado el sectarismo municipal, sobre todo en la aplicación injusta de la Memoria, esta vez se han comportado como es debido. Reconociendo los méritos de los gaditanos por sus valores, no por sus ideas o sus creencias. Los títulos de hijos predilectos serán para Juana Delgado, Josefa Díaz, Agustín Rubiales y Gabriel Delgado (a título póstumo); los de hijos adoptivos para Carlos Díaz, Teresa Torres, Pilar Moreno y Juan Manzorro (a título póstumo), y la Medalla de Oro de la Ciudad para las Carmelitas, que cumplen 150 años en Cádiz.

Hay personas de derecha e izquierda; hay no adscritos e independientes; religiosos o no, da igual. Los ocho distinguidos se lo merecen por motivos objetivos: Juana Delgado por su labor en el hospital Puerta del Mar; Pepa Díaz por su esforzado trabajo en el hotel Las Cortes de Cádiz, que marcó un antes y un después hotelero; Agustín Rubiales no sólo por su trabajo como constructor, sino por sus iniciativas solidarias; y el cura Gabriel Delgado por su infatigable labor con los migrantes.

En cuanto a los adoptivos, son tan gaditanos como los demás. A Carlos Díaz se le reconoce como gaditano, por fin, después de casi medio siglo diciendo que era un alcalde sevillano, aunque vivía en Bahía Blanca. También sevillana de nacimiento es Tere Torres, que aparte del Café de Levante, ha realizado una gran labor en su taller de modas y ha vestido a muchas gaditanas, incluida mi hija, cuando la nombraron ninfa del Carnaval. Asimismo se reconoce la labor de la cirujana Pilar Moreno en las terapias del cáncer de mama. Y, por supuesto, a Juan Manzorro, que nació en Vejer y siempre lo tuvo a gala, pero que era un gaditano cabal.

Puede parecer raro que un alcalde como Kichi, que en ocasiones es sectario y en otras ocasiones no lo es, otorgue la Medalla de Oro de la ciudad a las Carmelitas, que mantienen un colegio concertado y católico, donde durante muchos años sólo estudiaban niñas. Pero es justo y necesario. Porque, a lo largo de su historia, en ese colegio se han educado miles de gaditanas. Las monjas discípulas de Santa Joaquina, y su profesorado en general, son una institución encomiable.

Cuando se actúa con equidad y justicia, todo resulta más amable y digno. Por eso no se entienden otras actitudes revanchistas, cuando no se valoró el mérito, como ahora, y se dejaron llevar por un odio resabiado y burdo.

José Joaquín León