EN algunas camisetas para guiris y gaditas, se leía aquello: “Lo siento, pisha, no to er mundo puede ser de Cai”. Con tal mensaje se resaltaba el orgullo local. Sin embargo, no está tan claro quién es gaditano o gaditana. ¿Los que han nacido en Cádiz, aunque no vengan nunca? ¿Los que residen aquí desde hace medio siglo, pero tuvieron la desgracia de que la cigüeña los depositara en otro sitio equivocado? ¿Los que ni siquiera viven en Cádiz, ni han nacido aquí, pero la aman con un amor verdadero, como si fueran comparsistas viñeros? Hay hijos adoptivos que parecen predilectos, y a la inversa, y hay hijos de su madre y de su padre, o de lo que sea. Con los gaditanos también sucede. Así estamos viendo que llegan y compran casas algunos gaditanos de espíritu, herederos de Hércules y los fenicios, que viven en Cádiz como segunda opción. Es decir, sólo en vacaciones y algunos días del año.

Cito a los fenicios porque son gente con posibles, como se decía antes de Kichi. Es decir, no son asesores como José Vicente Barcia, que se van muy agradecidos y se enchufan por donde han venido, sino que son empresarios de alto nivel (algunos son presidentes de empresas que cotizan en Bolsa), profesionales prestigiosos, extranjeros de origen alemán o inglés mayormente, etcétera. Por supuesto, que son pocos, pero se pueden contar con los dedos de más de dos manos. No digo nombres, por respetar su intimidad. Pero esa ocurrencia de comprarse una casa en Cádiz no sólo la tienen gaditanos que se van y algunas veces vuelven, como Paz Padilla y Suso. En los actuales tiempos se les ocurre a personas que no lo van contando por ahí. Pues, entre otras cuestiones, buscan tranquilidad.

Como pasa con los turistas, algunos dirán que es malo, porque son casas que se pierden para los gaditanos y las gaditanas. Pero yo creo que es bueno, porque compran casas que en caso contrario se quedarían a pique del repique, prestas al derribo. La mayoría de las casas rehabilitadas y salvadas en Cádiz han sido para hoteles, apartamentos turísticos o porque las compraron forasteros. Y no hay empresas locales que se construyan una sede social de categoría en una casa palacio. Eso, desde los siglos XVIII y XIX, se ha llevado poco.

No sólo ocurre aquí. También en Venecia, París, Sevilla o Granada. En ciudades históricas y en pueblos pintorescos que atraen. Estos gaditanos de segunda residencia, al no estar empadronados, no elevan la renta per cápita de la ciudad, ni votan, pero contribuyen con sus gastos a lo que dicen las estadísticas: Cádiz no es tan pobre como se supone.

José Joaquín León