LA Diputación Provincial de Cádiz cambia de presidente. El socialista Juan Carlos Ruiz Boix sustituye hoy a Irene García, que consiguió un escaño para el Parlamento de Andalucía por la provincia de Cádiz. Ser presidenta de la Diputación y parlamentaria andaluza es incompatible. Detrás de este relevo hay mucha enjundia política sobre la representación del PSOE en la provincia, el reciente descalabro electoral, la labor de Irene después de ser una de las susanistas más susanistas del susanismo, casi más susanista que la mismísima Susana, pero en versión del Bajo Gualdaquivir sanluqueño. Ruiz Boix, que es alcalde de San Roque, sólo necesita el apoyo de su partido y de los independentistas de La Línea, con los que gobiernan. Al fin y al cabo son vecinos.

Habría que reflexionar previamente sobre las compatibilidades. ¿Por qué se puede ser alcalde y presidente de la Diputación? ¿Por qué no se puede ser presidenta de la Diputación y parlamentaria andaluza? Porque lo dice la ley. Pero puede darse el caso de que la ley diga algo discutible. El alcalde socialista de Sanlúcar, Víctor Mora, entrará como diputado provincial. El alcalde de Chiclana, José María Román, es vicepresidente de la Diputación. El alcalde de Cádiz, José María González Kichi, hasta cobraba el sueldo de diputado provincial para ahorrarle sus emolumentos al Ayuntamiento. También se los ahorraba Teófila Martínez, cuando fue parlamentaria andaluza o diputada del Congreso. Es una costumbre anómala. Lo normal es que a un alcalde le pague su Ayuntamiento.

Irene García va a salir por la puerta pequeña, y sin necesidad. Quiero decir sin necesidad de irse. Ella era susanista en los tiempos de Susana, pero Juan Espadas la mantuvo en las listas como número uno del PSOE por Cádiz. No es raro, porque Juan Espadas también era susanista en los tiempos de Susana. El caso de Juan es parecido al de Irene. Los dos estaban cómodos, dentro de la incomodidad de la política. Juan Espadas, como alcalde de Sevilla. Irene García, como presidenta de la Diputación. Los dos se reconvirtieron al sanchismo, o eso parece. Y los dos se han llevado el leñazo. En Cádiz, el sanchista de verdad era José María Román, que no iba en las listas. En Chiclana ganó el PP las elecciones andaluzas, como en Sanlúcar y en San Roque, incluso en La Línea y hasta en Villaluenga.

Así las cosas, a Irene García le ha tocado el mal trago de quedarse con sólo tres escaños en la provincia y sin la presidencia de la Diputación. Se podría escribir en su epitafio político: “Puso buena voluntad, pero la política es cruel”.

José Joaquín León