UN año más, Cádiz es una ciudad desbordada en agosto. Me refiero sobre todo al Cádiz histórico, a la ciudad de intramuros, que no está preparada para acoger el alto número de visitantes que llega en el tiempo de las vacaciones. Es un problema que ya se padecía, y que se ha agravado este año, hasta alcanzar unos límites intolerables, especialmente los viernes y sábados. Sin embargo, no es un problema puntual. Existen unas causas estructurales. En el casco antiguo de Cádiz faltan aparcamientos. No tantos en invierno, pero sí en el periodo de junio a octubre y fiestas, el de las vacas gordas para el turismo, la hostelería y el comercio.

Cádiz está de moda. Han aumentado las visitas, gracias al segundo puente de la Bahía. No era un capricho de Teófila. El turismo de veraneo, que deja muchos ingresos en la ciudad, ha crecido desde que funciona ese puente. Y lo más curioso es que está infrautilizado todavía. Muchos veraneantes del entorno de la Bahía (sobre todo de El Puerto de Santa María, la costa de Rota, e incluso desde Jerez y otros municipios cercanos) acuden masivamente a Cádiz los fines de semana. Más aún si hay conciertos en el muelle, procesiones extraordinarias u otros eventos.

¿Y qué se encuentran? Todos los aparcamientos del Cádiz histórico llenos; sin opciones de aparcar, a partir de ciertas horas. Para colmo, atascos provocados por unas obras junto a la Caleta en los días de más tráfico del verano, dejando un solo sentido para circular. A lo que se añade que la Policía Local, por sus conflictos laborales, brilla por su ausencia y no cubre ni la mitad de los servicios que serían necesarios. Este Ayuntamiento de Kichi es como una maldición, que los gaditanos soportan con paciencia resignada.

En Cádiz se cometió un error mayúsculo al negarse los anticapitalistas y podemitas a construir el parquin subterráneo de la plaza de Sevilla, un despropósito para el que les ayudó el PSOE local, tan solícito para meter la pata y hacer lo contrario que en otras ciudades. A eso se suma una política de acoso y derribo al automóvil, por motivos ideológicos. Ignoran que no hay otra alternativa de transporte para muchas personas que llegan desde fuera y regresan a ciertas horas.

En los primeros años del siglo XXI, los visitantes colapsaban en verano los aparcamientos del Paseo Marítimo y sus alrededores. Pero las costumbres han cambiado. Ahora llegan muchos más, y una gran parte intenta aparcar en el centro de Cádiz. Suele ser misión imposible, por la falta de previsión, la desidia y la inutilidad municipal.

José Joaquín León