A veces el amor también existe, aunque escriba sus letras con renglones torcidos. A veces se llega al amor por unas veredas que ocultan rincones de dificultad, que deben esquivarse con las verdades por delante. Ha fallecido Pepi Martín Carrera, una gaditana cabal, que por sí misma merecía admiración y elogio. Pero que era imposible de distinguir sin su media naranja: Pedro Payán Sotomayor. Ambos estaban unidos e indisolubles, hasta que la muerte traicionera se presentó, de repente, una tarde de noviembre en un piso de la Segunda Aguada; los separó y se llevó por delante la sonrisa clara y sincera de Pepi. En los últimos años, ella vivía para cuidar a Pedro, por sus problemas de visión. Pepi parecía más joven de lo que era, siempre activa, y dispuesta para estar a su lado y para aportarle vitalidad.

Pepi Martín y Pedro Payán habían vivido una relación poco frecuente. Su amor tardío, pero con muchos años por delante, quedó consagrado un día en la parroquia de San Antonio, donde los casó el padre Enrique Arroyo. A partir de entonces, Pedro y Pepi formaron un matrimonio con todas las letras (que es mucho más que una pareja, pues es indisoluble hasta que la muerte los separe) y se convirtieron también en un dúo artístico. Pedro Payán es un magnífico orador y rapsoda, un gran declamador, habilidades que supo unir a sus cualidades intelectuales, como profesor de Filología Románica en la Universidad de Cádiz y autor de numerosos libros y publicaciones, entre los que destacará siempre El habla de Cádiz, que es el verdadero Diccionario Real de la Lengua Gaditana, como ya he comentado en otras ocasiones. Y Pepi Martín era una buena cantaora, que dominaba varios palos del flamenco y del Carnaval, que igual podía cantar una saeta que arrancarse por tanguillos.

Comenzaron en 1993, cuando Pepi bailó en el pregón de Carnaval que pronunció Pedro. Después, en algunos pregones de Semana Santa que pronunció Pedro Payán, como los de Chiclana y San Fernando, Pepi Martín cantó saetas. Tenían dos intervenciones conjuntas, que representaron en diversas ocasiones. Una se titulaba Por las veredas de la copla, en la que Pedro hacía un recorrido por la historia de la copla, mientras que Pepi cantaba. Y también montaron Cádiz en las coplas flamencas, donde se repetía el modelo: él hablaba y ella cantaba palos flamencos.

Aunque la muerte los separe, Pepi Martín y Pedro Payán vivirán juntos en la memoria de Cádiz, con el habla y con el cante, cantando y contando sus cosas. El amor es más fuerte que la muerte.

José Joaquín León