LA tierra de los beduinos gaditanos, oficialmente denominada Extramuros, tiene menos letras carnavalescas y menos literatura que el casco antiguo. Es normal, porque se considera que el Cádiz histórico es el comprendido entre la Puerta de Tierra y lo que queda del Castillo de San Sebastián. Sin embargo, el territorio de los Extramuros también tiene importancia histórica para la ciudad. Y no se puede olvidar que por allí discurrió la Vía Augusta Julia. Hace un siglo, los Extramuros de Cádiz tenían cuatro barrios principales: San Severiano, San José, La Laguna y Puntales. Además de muchos chalés en el entorno de la Avenida y las playas. La destrucción empezó en la posguerra y no ha terminado.

Es curioso que la especulación inmobiliaria del franquismo ha continuado en la democracia, incluso en el kichismo. Y no sólo porque las casitas bajas sean derribadas y construyan edificios altos. Podrían construir incluso rascacielos, y ese no sería el problema. La catástrofe urbanística del Cádiz de Extramuros está en una planificación caótica, que no se ha corregido, y que obligaría a salvar chalés y ciertos edificios, a remodelar barriadas, y a establecer alturas de los edificios con coherencia. Incluso permitiendo rascacielos, como digo; pero sin hacer todo a lo loco.

Cada barrio tiene su historia. No todas son iguales. San Severiano fue destruido por la explosión de 1947. La reconstrucción y la expansión derivaron en una experiencia anárquica. A su vera se expandió Bahía Blanca, que debió ser otra zona de chalés, pero que se ha desvirtuado. En San José el caos salta a la vista. Era un barrio castizo, del que apenas quedan últimos restos: algunos vestigios de sus casitas en las calles del entorno del Cementerio (singularmente en San Bartolomé) y en el entorno de la Avenida de Portugal. Pero no han sido capaces de salvar unas casas que eran muy interesantes por su valor de arquitectura costumbrista.

En La Laguna aún sobreviven algunos chalés, pocos, entre un enjambre de edificios. Se construyó un barrio de clases medias, pero sin la planificación que necesitaba. Puntales está en un extremo y eso le ha salvado en parte. Aún es como un pueblo dentro de la ciudad, con una plaza que tiene encanto, alrededor del bar Torre, por donde paran el fotógrafo Manolo Torre y otros parroquianos. De Puntales se habla poco y sobrevive.

Los chalés del Paseo Marítimo y la Avenida fueron cayendo. Pero aún quedan algunos. Merecerían ventajas fiscales para que los mantengan. El Cádiz antiguo de los Extramuros se debe salvar, en lo muy poco que aún queda.

José Joaquín León