EL Congreso de la Lengua Española ha tenido una inauguración cajonera. Las dos noticias principales que han llegado a la gente sencilla que usa la lengua con naturalidad son: 1. Que el rey Felipe VI estuvo cajoneando después de inaugurar el congreso, con lo cual se puede suponer que lo más importante de su viaje a Cádiz ha sido tocar el cajón. 2. Que el alcalde Kichi llegó tarde a la Casa de Iberoamérica y a la comida, demostrando que no está preparado para los protocolos y cosas así, o eso les parece a quienes lo consideran impresentable para eventos internacionales de este tronío. Así que vamos por buen camino. Es una pena que no haya venido Mario Vargas Llosa, que fue el artífice de la concesión del Congreso de la Lengua Española a Arequipa, antes de que se lo adjudicaran a Cádiz en el rebote.

Yo no sé si es bueno para la Lengua Española lo del primer rey cajonero de la historia. La reina Letizia se sentó en otro cajón, pero no tocó nada. Optó por el “Que cajoneen ellos”. Dicen que la reina Letizia no podía cajonear porque vestía falda, y que así el toque no le saldría de los cajones. Por el contrario, a Don Felipe le ha salido estupendo, según acreditan los expertos en la materia cajoneril. Luis García Montero, el director del Instituto Cervantes, que en sus buenos tiempos de mitinero de Izquierda Unida era republicano, yo no sé si ahora ha revirado a monárquico. Pero explicó a las cámaras de TVE el motivo del buen cajoneo de nuestro Rey. Al parecer, “tiene en su casa” (sic) un cajón y ensaya. La casa es la Casa Real; esto es, el palacio de la Zarzuela. A no ser que tenga otro cajón en el palacio de Marivent para no perder el compás y ensayar durante las vacaciones de verano.

La gente todavía no ha entendido por qué lo más importante de este congreso ha sido que el Rey toque el cajón que Paco de Lucía importó del Perú para el flamenco. Con los tiempos hemos ido a menos. En el siglo XVIII, cuando Cádiz estaba en su apogeo, del Perú llegaban oro y otros tesoros, algunos de ellos guardados en cajones. En 2012, cuando los fastos del Bicentenario de la Constitución de Cádiz, del Perú llegó la exposición más bonita: la del tesoro del Señor de Sipán, que no tocaba el cajón, pero estaba forrado.

Aprovechando la circunstancia, le han pedido a la Real Academia Española que incluya en el Diccionario el verbo cajonear. Es un acierto solicitarlo en la tierra donde inventaron los cajonazos, otra palabra surgida en Cádiz. Ya puestos, además de cajonear, también podrían incluir cojonear, aunque suena peor. Todo sea a mayor gloria de la semántica.

José Joaquín León