HEMOS leído en la prensa (o sea, en el Diario) que este verano no van a funcionar los lavapiés ni las duchas en las playas de Cádiz, según ha confirmado el alcalde, Bruno García. Es intolerable. Me imagino que el alcalde se habrá despistado. Sin lavapiés no hay paraíso. Y el paraíso de las playas en Cádiz es lo único importante. Pues la maría gaditana se puede quedar hasta sin comer, pero sin playa no se va a quedar. Antes muerta que sencilla. Antes le dice cuatro cosas al alcalde que quedarse sin lavarse los pies al salir de la playa. Y la maría gaditana manda tela marinera, es la que pone y quita los alcaldes, que no se te olvide Bruno. Hoy quiero recordar que en Semana Santa cayeron 500 litros por metro cuadrado en Grazalema, se batió el récord de pluviosidad, y el pantano de los Hurones se llenó y empezó a desembalsar para Guadalcacín. ¿Y todo para qué?

Se nos fastidió la Semana Santa, pero era para lavarnos los pies en las playas en verano. Eso es penitencia. Quedarnos sin procesiones, sin lavarnos los pies, y autorizar que llenen las piscinas privadas no es penitencia, es masoquismo. Y prohibir los lavapiés después de la borrasca Nelson es sadismo, como el del marqués. Ni las marías, ni sus niños, se pueden llevar a casa varios kilos de arena de la playa, que es lo que sucede cuando no pasan previamente por el lavatorio. Al final, al cabo del verano, con tanta arena desperdiciada, habría que regenerar las playas. Pues las aguas de la Caleta avanzarían y podrían llegar hasta Valcárcel (y sin maremoto), que es lo único que falta allí para cumplir la ley de Murphy.

Las marías con Teófila vivían mejor. Las marías con Teófila tenían los pies escamondados, y las banderas azules de los mares limpios, y el cine gratis en verano. Las marías jugaban al bingo, y después se lavaban los pies, y algunas llegaban de noche a casa y se acostaban, solas o acompañadas, eso depende, y ahí no entro. Las marías no se duchaban en la playa, sólo en sus casas, porque ducharse en la playa es una costumbre propia de la gente de pueblo que viene a la capital. Algunos de los pueblos venían hasta con el champú para ducharse, pero Teófila lo prohibió. Les puso las duchas, eso sí. Con Teófila había agua para todos, y las marías se lo reconocían como se agradecen esos detalles, que era votándola. Hasta Kichi dejó los lavapiés. Porque Kichi entendía algo de marías, y salió con su señora madre en la penitencia del Nazareno.

Yo, por lo que entiendo de marías, le digo al alcalde Bruno que se va a equivocar. Y que le pueden crear una plataforma en defensa del lavapiés.

José Joaquín León